Y llegó el Real Madrid

26 ago 2017 / 11:17 H.

Hay algo genuinamente musical en el actual fútbol del Real Madrid. El Madrid tal vez sea ahora el equipo más brillante, vibrante y creativo del mundo. Su juego está definido por la armonía. Parece una orquesta de cámara. El equilibrio define a este Real Madrid sublime. No existen diferencias entre los jugadores titulares y los suplentes. El que salta desde el banquillo supera o iguala al que estaba sobre el terreno de juego. El malagueño Isco ha dado un salto definitivo hacia el ámbito de los craks mundiales, tras varias temporadas de fútbol efervescente pero irregular, y lo ha hecho con la puesta en práctica de lo que podemos denominar las claves principales de la escuela andaluza: un juego imaginativo, desbordante, trabajador, en ocasiones fuera de los límites de la lógica, en busca de lo imprevisible. Isco es como Joaquín (del Betis) pero con más pausa. Se ha convertido en el faro del centro del campo del Real Madrid.

Y Marco Asensio es un futbolista deslumbrante, descomunal. Desde hace años ha dejado entrever los detalles que definen a una estrella, pero ha sido en los últimos meses cuando los ha demostrado abiertamente. Si Isco representa la creatividad, Asensio es un tsunami. Con un disparo a puerta surgido aparentemente desde la facilidad es capaz de decantar un partido. Ocurrió con los goles que le marcó al Barcelona en la Supercopa en el Camp Nou, primero, y en el Bernabéu, después. Asensio se mueve por el campo con astucia, se desmarca con inteligencia, encuentra soluciones sencillas en situaciones difíciles, y tiene un cañón en el pie izquierdo. Rafa Nadal recomendó en su día el fichaje de Asensio a Florentino Pérez. Aquel consejo resulta impagable.

Los jóvenes del Madrid representan también la esencia de lo que tradicionalmente ha sido esa entidad. Tipos brillantes pero modestos, trabajadores y silenciosos en medio del bullicio. No venden camisetas, pero ganan partidos. Ganan campeonatos. Enlazan con otros tiempos. Paco Gento y Amancio fueron siempre personas alejadas de los focos. Su imagen, en todo caso, aparecía en algunas cajas de cerillas, a dos reales en el estanco, que servían para encender el ducados.

El Madrid, además, se ha desprendido discretamente de un veterano, Pepe, futbolista aplicado, pero que ha incumplido gravemente y en varias ocasiones el libro de estilo del club en conceptos que están apegados a su historia e incluso a su himno. Como el señorío. Pepe, hace varias temporadas, pateó a Casquero, entonces jugador del Getafe —ahora entrenador del Recreativo—, en una acción en la que sacó a relucir un instinto primario que parece a veces connatural a ese futbolista. Según Svante Pääbo, uno de los mejores biólogos del mundo, tan solo nos diferenciamos de los neardentales por una ínfima modificación de un cromosoma concreto. Una mutación insólita del genoma que al parecer permitió al ser humano el lanzamiento a lo desconocido. En ocasiones, Pepe dio la sensación de que la mutación de ese genoma estaba en él todavía a medio hacer.

El Madrid, decíamos. El Real Madrid se ha ubicado en la búsqueda de la perfección, de la excelencia futbolística. Ver jugar actualmente a este equipo significa la plasmación de ese extraño y absurdo placer que proporciona el fútbol, un placer menor pero que a los aficionados les resulta imprescindible.