Y Jaén tomó Madrid

05 dic 2016 / 11:59 H.

Es de dominio común que a Madrid y los madrileños les suele importar un pito lo que suceda en las provincias. Y que de poca o nula influencia resultan las reivindicaciones de los provincianos frente a los aires de grandeza de los capitalinos. Tan demostrada y repetida realidad histórica hace prácticamente inútiles las reivindicaciones periféricas, como saben de sobra en Teruel, Soria o Almería. O los granadinos, privados del tren por una larga y penosa temporada. Pero mi aserto anterior no significa que sean criticables los manifiestos contra el funesto centralismo madrileño, ni que resulten estériles los pronunciamientos en la capital. Sea regalando fruta por las calles, paseando las vacas por la Gran Vía o montando manis al son de una charanga. Protestar conlleva una virtud, como mínimo: recuerda que existe espíritu de rebeldía, que no todo el monte es orégano ni el malhacer de los sucesivos gobiernos ha liquidado la conciencia social y la lucidez. De ahí que sea justo y necesario tomar el altavoz que prestan los grandes medios de comunicación para exhibir en Madrid nuestra reivindicación aceitunera, la suculencia de nuestro aceite o las iniciativas culturales más ambiciosas paridas o emprendidas en esta tierra de emigrantes y parados. Casi coincidieron en la fecha, noches atrás, dos eventos con marchamo jienense: la presentación de un documental y la difusión urbi et orbe de un legado poético. Jaén ha protagonizado, así las vísperas del largo puente constitucional e inmaculado. Puede estar satisfecho Enrique Iznaola de la repercusión mediática de su “Miguel Picazo, un cineasta extramuros”. Del marco elegido (el Palacio de la Prensa) y de la favorable acogida a su extensa cinta sobre el más grande de los directores salidos de nuestra tierra. El viernes pasado un grupo de creadores, un abanico de políticos de Jaén pusieron su pica en Flandes en mitad de la Gran Vía. Una forma excelente de hacer que hablen de nosotros. Y bien. Aún mayor eco revistió, un día después, la presentación del Legado de Miguel Hernández, convenientemente digitalizado, dirigido a una sociedad cada vez más global. Desde que hace cinco años la Diputación Provincial acordó con la familia del poeta de Orihuela la adquisición de su legado documental, se han multiplicado los pasos para exprimir el jugo a un archivo tan valioso, revelador de una de las cumbres de la poesía en castellano. El más vistoso, el museo que aúna en Quesada las figuras de Miguel y de su esposa, Josefina Manresa. Un recurso cultural de primer orden cuya difusión y promoción no pueden ser olvidadas por las diferentes administraciones empeñadas e implicadas en su construcción. Sería torpe invertir en la preservación de la memoria del autor de “El rayo que no cesa” para después dejar que languidezca su museo por falta de recursos. No solo de cintas inaugurales viven los centros relacionados con la cultura. En la Diputación de Jaén parecen haber tomado buena nota de ese peligro, y el acto del pasado viernes en Madrid simboliza, con la presencia de la Presidenta Susana Díaz entre otras figuras de relieve, que la apuesta de Jaén por Miguel Hernández va en firme, cuando se acerca el 75 aniversario de su muerte. La figura del poeta se agiganta con el paso del tiempo, como documentaron las palabras de Luis García Montero en el Círculo de Bellas Artes. Y junto a la hondura de su obra, el valor de su figura humana, su significado político como “poeta del pueblo”, y el recuerdo imborrable de su espantoso final en la cárcel, víctima de quienes asesinaron la poesía, la dignidad y el sentido profundo de la lucha por las libertades. Gracias al trabajo del Instituto de Estudios Gienenses, Miguel y su obra quedan más cerca de quienes desde Buenos Aires, La Habana o Nueva York quieran acercarse documentalmente a la figura de aquel Comisario de Abastos que ejerció su conciencia social en tierras de aceituneros altivos, inmortalizados por él en una gavilla de versos. Jaén y sus gentes le quedamos eternamente agradecidos.