Y Cayetana cogió su fusil

27 abr 2019 / 11:15 H.

Los líderes del Partido Popular siempre han tenido una destacada mujer política al lado. Manuel Fraga a Isabel Tocino, de la que alguien escribió: “Isabel Tocino, amazona de Fraga, que se ha hecho del Medio Ambiente un pareo”. Aznar emergió acompañado de las entonces desconocidas Celia Villalobos y Teófila Martínez, que hablaba mucho del riesgo de sequedad de los acuíferos de Doñana. Rajoy tuvo a Dolores de Cospedal, que controlaba el partido en plan manchego y, sobre todo, a Soraya Sáenz de Santamaría, en cuya cabeza cabía el Estado pero, también, el subsuelo del Estado. Y Pablo Casado ha hecho reaparecer con todo el brillo bajo los focos a Cayetana Álvarez de Toledo, que es la política que mejor ha interpretado la situación actual del PP. Y ese estado de la cuestión, que Cayetana ha atisbado acertadamente con sus ojos inteligentes y duros, se resume en algo que hace años le dijo la dramaturga Lourdes Ortiz a Francisco Umbral durante unos cursos de verano en El Escorial: “Mira Paco, lo que queremos políticamente son estos, pero otros”. Cayetana es una mujer leída que ha recorrido el mundo, que conoce la vida y la literatura, españolísima con algún rasgo argentino en su acento, y ha detectado antes que nadie que muchos votantes quieren al PP, pero con cierto estilo Vox. De ahí su tono arrogante de marquesa en los debates políticos, que parece más un recurso que una forma de ser. Porque Rajoy arrinconó a Cayetana cuando ella era diputada popular, pero Cayetana supo ver, como vía de salvación, que a las ocho de la tarde en Madrid o das una conferencia o te la dan. Por eso se fue a pronunciar conferencias y a moderar debates e hizo del Ateneo madrileño, próximo al Palacio de Las Cortes, el refugio donde hallaba las satisfacciones intelectuales y políticas que no le proporcionaba el Parlamento. Cayetana intervenía en el Ateneo en unos coloquios reflexivos y sabios, siempre leal con su partido, pese a la distancia política e intelectual en la que se ubicaba Rajoy respecto a ella. Cristina Cifuentes parecía entonces el futuro del PP, pero Cifuentes cayó al vacío, no por ser mala política, sino por ser mala estudiante.

Tras el debate televisivo en el que Cayetana estuvo el 17 de abril, alguien escribió: “Cayetana en algún momento pareció que iba a llamar a Ambrosio para pedirle un Ferrero Rocher”. En el sensacional libro “La sociedad del cansancio”, escrito por Byung-Chul Han, un filósofo coreano que es profesor en la Universidad de Berlín, se asegura que la velocidad de nuestros días, el cansancio vital al que estamos sometidos, y el carecer de huecos en nuestra vida libre, imposibilita una empatía como las que se establecían antes. Hace tiempo, sostiene este filósofo, se inventó la penicilina, que acabó con las epidemias, pero en la sociedad actual vivimos entregados a los ansiolíticos. Al Orfidal. Y recientemente un médico sostenía públicamente que resulta más saludable tomarse un bombón que un Orfidal. Ahora nos hemos quedado sin los artículos periodísticos de Cayetana. Y sin sus crónicas desde Venezuela en las que presentaba a Guaidó como el gran salvador de la patria. Cayetana sabe que de Fraga se decía que era “el John Wayne eterno de nuestra política”. Y ella coge su fusil dialéctico, que es simplemente un recurso para estar en la sociedad política de los ansiolíticos, mientras ella toma bombones.