Vuelta a la tortilla

03 abr 2017 / 11:35 H.

E n el calendario azul del Partido Popular aparece coloreado en rojo el primer lunes de abril. Hoy puede ser un gran día —que cantaría Serrat— para quienes componen la junta directiva de una fuerza política que atraviesa un camino salteado de baches y piedras. Lo que ocurre es que los obstáculos, desde la distancia, empequeñecen. Es como ver los toros desde la barrera. La cercanía los engrandece hasta provocar el miedo. Pisar plaza y agradar a los presentes, justo en el momento en el que todos están preparados para la fiesta, resulta harina de otro costal. Que se lo digan a José Enrique Fernández de Moya. Esta tarde tenía previsto darle al botón de la cuenta atrás hacia uno de los congresos provinciales más controvertidos de la historia. Sin embargo, no contaba con esa piedra en el camino del tamaño de un ripio. La incompatibilidad de cargos declarada por la dirección nacional no entraba en sus planes y, contra todo pronóstico, no tendrá más remedio que cambiar el traje de luces.

El fin de semana fue movido. El sábado le cayó el jarro de agua fría y, un día después, todavía empapado por la cuestión, convocó una reunión de coordinación en el mismo hotel en el que se celebrará esta tarde la junta directiva. Acudieron quienes él quiso que acudieran, es decir, la militancia que lo respalda desde que Miguel Moreno dijo “esta boca es mía”. Allí comunicó la buena o regular nueva y, aunque siempre hay salvedades y letras pequeñas a las que amarrarse, la noticia encendió los ánimos. Tanto que hubo algún aludido que dio el portazo cuando vio la que se avecina. El caso es que el presidente provincial tiene que elegir entre continuar al frente del partido de su tierra o ser secretario de Estado de Hacienda. Y, claro está, cuando uno ha sido monje antes que fraile, no es recomendable andar como los cangrejos. La principal consecuencia en este enredo político es que José Enrique Fernández de Moya se ve obligado a confeccionar, a marchas forzadas, una candidatura a su medida y con gente de confianza sin límites. Hay nombres sobre la mesa. El alcalde de Santisteban del Puerto, Juan Diego Requena, será el candidato, si nada ni nadie lo impide, y el máximo dirigente municipal de Los Villares, Francisco Palacios, lo acompañará como secretario provincial. Miguel Ángel García Anguita fue el protagonista de ese portazo en la cara cuando comprobó que su nombre no estaba en la terna. Convocó una rueda de prensa, con carácter de urgencia, en la que esta misma mañana, casi con toda probabilidad, anunciará una tercera candidatura.

Las espadas están en alto en una batalla que empezó en los postres de un congreso nacional. El actual presidente provincial, apoyado en el quicio de la puerta de Génova, dio un paso al frente para anunciar su sana intención de presentarse a la reelección. El régimen de incompatibilidad de cargos recién salido del horno de Madrid causó tiras y aflojas con la ejecutiva andaluza y provocó más de un quebradero de cabeza, y de dos, al secretario de Estado de Hacienda. Estar en misa y repicando no es apto en tiempos en los que impera la austeridad. Sin embargo, José Enrique Fernández de Moya estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana con tal de continuar en la senda en la que se estrenó hace la friolera de dieciséis años. ¿Por qué? Por petición popular o por exceso de desconfianza. La cuestión está en que él, que viaja más que el baúl de la Piquer, quería continuar con mando en plaza en su tierra. Su enemigo íntimo, Miguel Moreno, sigue firme en sus pretensiones y, ahora que la tortilla se ha dado la vuelta, habrá que ver si hay fuga de alcaldes al otro bando.