Vive como quieras

13 mar 2019 / 08:44 H.

El respeto debe ser una norma obligada para todo, seres humanos, animales, naturaleza y cosas. Es una conducta buena, que debe prodigarse y valorarse. Es cierto que, en no pocas ocasiones, cuando se muestra respeto por algo mal hecho, quien lo ha hecho mal, puede pensar que lo hizo bien, y puede perjudicarle. Pero hay que correr ese riesgo y procurar hacer uso del respeto. Lamentablemente ésta, como la de la buena educación, es una de las muchas normas de conducta que se están olvidando a veces en detalles tan insignificantes como el trato a las personas mayores. Son los tiempos que adelantan —dicen— una barbaridad, cuando esto es realmente un retroceso que está menoscabando los valores sociales, la convivencia ordenada. Hoy existen más murallas, más dificultades y trabas para tratar de hacer algo bueno y positivo que para ejercer el libre albedrío para el que no se ponen demasiados obstáculos. Se gasta más en publicitar las conductas incontroladas, irresponsables que siembran el mal ejemplo que en lo contrario, sencillamente porque una gran parte de la sociedad se complace y aplaude el desorden. La vida de los santos tiene poca audiencia. Es más llamativa la conducta de los mediocres, de esos que se distinguen por su intrascendencia, su frivolidad y su caradura. Como la mayoría de los personajes que protagonizan los realitys, tan divertidos para muchos espectadores y, a veces, tan repelentes para otros. Por más generoso y paciente que intento ser, Ylenia me resulta insufrible, ridícula, un poco tonti del boti, además de dejar escapar a veces muy mal talante y lamentables sentimientos.

Carolina se manifiesta como un áspero concentrado de mala idea, amasado con una vanidad y un sentido de superioridad lamentables. Nuestra paisana María Jesús también tiene tela para cortar y a veces se pasa al querer administrar su experiencia en el medio. Punto y aparte merece Antonio Tejada, el gracioso de guardia, ése que siempre está abierto al chiste y al sexo. Una persona que parece carecer del más leve sentido del pudor y del ridículo, que pasa de todo y vive la vida a su manera como si en el mundo no hubiera nadie más, a parte de un buen puñado de mujeres. Y son ellos los que siguen aspirando al premio, junto a la pareja Kiko Rivera e Irene, porque la extraña pareja Albalá-Rocío no tiene brillo y Juan Miguel, como no da escándalos, tampoco.