Usos y abusos

12 feb 2016 / 09:39 H.

El diccionario de la RAE acepta ya una serie de términos que, aunque rechinen a los puristas, se usan más que los que se consideraban ortodoxos: “almóndiga”, por albóndiga; o los vulgarismos que usan nuestros hijos y nuestros nietos como “friqui”, “uebos” o “bluyín” sin ninguna otra alternativa culta. En la lengua, este es el reflejo de los nuevos tiempos, en los que, en lugar de trabajar, es más productivo cultivar marihuana o hacer contrabando y, en vez de servir a sus electores y adaptarse a la situación social que se vive, nuestros políticos se valen de todas las artimañas posibles para subirse el sueldo o “llevárselo crudo”. Me pregunto cuál será el futuro de términos como los de honestidad y honradez, palabras cuyo significado ha ido perdiendo valor, tanto lingüístico como moral y que, por mucho que, algunos, nos empeñemos en llenarlas de contenido, la realidad es que, hasta los que las hemos mamado, hay veces, que, por desuso, les perdemos la pista. De seguir así, en pocos años no sólo no seremos honestos ni honrados, sino que términos serán cultismos que desaparecerán de nuestro diccionario.