Un día esperado

06 may 2019 / 16:57 H.

Todo el mundo hablaba hace unos días de ello, la fecha tan esperada iba a llegar. Algunos ya habían elegido, otros estaban indecisos. Algunos incluso se habían adelantado, otros preferían hacerlo la misma jornada. Me refiero, claro, al día del libro, el 23 de abril. Las ocasiones y las ofertas proliferan entonces y uno aprovecha el descuento para llevarse la presa apetecida. Es sabido que la fecha homenajea a Cervantes y a Shakespeare, fallecidos el 23 de abril de 1616. Sin embargo, hay quien no conoce que, muriendo el mismo día, no murieron el mismo día. La paradoja se disipa si se tiene en cuenta que había un pequeño desfase entre el calendario inglés y el español. El 23 de abril en Inglaterra, el día que murió su dramaturgo, en España estábamos a 3 de mayo.

Permítaseme, pues, hablar hoy de un libro. En concreto, de un libro sobre Venecia.

En las páginas que Proust dedica en La fugitiva a esta ciudad, observa que cualquiera de nuestros deseos acoge, como un acorde único, las notas fundamentales de nuestra vida. Esa referencia al deseo y al acorde en el contexto de Venecia nos deja en las puertas del libro de José María Herrera que quiero comentar, aparecido el año pasado en Los libros de fronteras y titulado Los archivos de Alvise Contarini. Pues como un deseo, en efecto, el libro es un acorde único integrado por diferentes notas. Cada capítulo (incluyamos el prefacio) está escrito con un estilo propio. El narrador empieza contándonos cómo conoció a Contarini, un erudito veneciano, y la intención de recopilar sus dispersas aportaciones a la historia de Venecia. Tal tarea la realiza a lo largo de diez capítulos en los que se expone desde una conferencia de Contarini analizando un cuadro de Carpaccio hasta una lección impartida a unos niños con el objeto de explicar por qué hay siempre flores frescas sobre la lápida de Monteverdi. La variedad de todas esas notas da lugar a un acorde llamado Venecia.

Venecia comparte con París el ser la ciudad soñada y el escenario del amor y el turismo prefabricado, pero mientras que la capital francesa es una ciudad cambiante, “Venecia cautiva porque ha quedado apartada de la acción de la historia” (Contarini). Lo que no significa que esté muerta. Del mismo modo que el interés por los caminos no transitados de la historia (dado el horror que el transitado produjo en el siglo XX) ha iluminado una tradición antimoderna que ha estado siempre como sombra acompañando a la modernidad, estamos hoy en mejor disposición de aprender de Venecia una manera de continuar el mundo clásico antiguo que fue despreciada y malinterpretada por la Europa de la Ilustración, la razón calculadora y el progreso.

De las dos ciudades mencionadas y de un puñado más de ellas (Roma, Londres, Lisboa), todo el mundo tiene una imagen o, como ahora se dice, una marca. El viajero que quiera ir más allá de ella habrá de preguntarse qué es tal ciudad, del mismo modo que nos preguntamos quién es realmente una persona si queremos traspasar la etiqueta que socialmente lleva. La cuestión no es simple, pero tampoco eludible. Cuando se pulsa el asunto de la identidad o de la esencia, entramos en un laberinto como el de las calles venecianas. Habremos de escoger el hilo adecuado si no queremos perdernos. En relación a Venecia, este libro lo es. ¿En qué consiste esta ciudad milenaria a la que todo el mundo quiere ir? Ya lo hemos dicho: Venecia es un acorde. Un acorde que integra lo material y lo espiritual, la naturaleza y la arquitectura, las pasiones y la razón. La idea del alma como armonía, de procedencia platónica, supone que el hombre tiene distintas instancias, pero que deben concordar, ajustarse. La razón, una de esas partes, es la encargada de mandar en ese orden. Las pasiones han de supeditarse a ella, pero no suprimirse. Venecia entendió de ese modo la vida, y sus manifestaciones artísticas (su pintura, por ejemplo, frente a la florentina) así lo expresan. De ahí la importancia de la música, que integra lo sensible y sensual y lo espiritual en un todo que incluye a nuestra comunidad. La música veneciana vertebra esta obra, como vertebra Venecia