Tiritas en La Magdalena

18 abr 2016 / 17:54 H.

Tal vez en estos días hayan pasado ustedes por delante del raudal de la Magdalena, “la casa del lagarto”, cuya leyenda es nuestro más preciado patrimonio inmaterial. Tal vez hayan observado que su verja está llena de tiritas. Tiritas, normales, de toda la vida. Las que nos ponemos para las rozaduras de los zapatos; las que protegen los pequeños cortes domésticos de los perversos microorganismos; las que consuelan a los más pequeños de la casa del dolor, tal vez más emocional que físico; las que avisan a quien las ve en otro de que ese otro necesita consuelo. Tiritas en las que Gracia, profesora de Infantil del CEIP Gloria Fuertes de Jaén, anima a escribir a su alumnado como sabe, más allá de convenciones alfabéticas impropias de un alumnado de tan corta edad, transformando un objeto cotidiano en un vehículo de comunicación de alto valor emocional. Con ellas y los mensajes escritos se consuelan unos a otros. Con su botiquín de tiritas y sus mensajes escritos salieron en comunidad educativa y de aprendizaje, alumnos y familias, a curar al barrio de la Magdalena de las rozaduras del abandono secular; de los recortes de presupuesto que dan entrada a perversos intereses más populares políticamente; de los golpes dolorosos contra la conciencia ciudadana que acaba lobotomizada incapaz de reaccionar ante tamaño despilfarro; para reivindicar que se trata de un barrio sufriente al que sin duda hay que consolar y escuchar. Acérquense y lean “está cerrado y sucio”, tan realista y vergonzoso; “no cacas de perro”, toque cívico; “limpiadle la casa”, como un derecho; “que haya flores” poniendo alas a la belleza que podría tener el barrio. Hay una tirita que reza: “que haya amor”. Amor por la infancia con identidad propia capaz de mirar con sentido crítico la ciudad, a la que se le otorgue voz para decir qué ciudad desea y se le escuche. Amor por lo nuestro, que Jaén amanezca envuelta en una lluvia de tiritas curativas y reivindicativas para despertar las conciencias dormidas.