Tan fácil como pedir olvido

22 jun 2017 / 11:53 H.

Me afilié al Partido Popular en 2005 y lo hice por entender que era y sigue siendo el partido de las leyes, la Constitución, el orden, la libertad y la democracia liberal. Sobre él reposan los valores y principios del Humanismo de tradición occidental y se mantienen encendidas las luces de la Ilustración. Siempre me ha atraído la valentía reformista del PP y su vocación europea. A lo largo de estos doce años de militancia activa las personas del PP me han hecho sentir de todo, desde el mayor orgullo posible por compartir espacio ideológico con políticas como Loyola de Palacio, a la más terrible desafección ante los casos de corrupción.

Me afilié con el único fin de servir a mis vecinos y ahí sigo, consciente de que un partido político no es más que un medio para alcanzar un fin, el de mejorar mi pueblo, y que nunca puede constituir una meta profesional en sí ni debe usurpar el papel de la administración ni el de la sociedad civil, dos males endémicos de la izquierda andaluza. Con los años comencé a tener relación con compañeros de otras provincias andaluzas, a intercambiar experiencias y a comprobar que el socialismo es una compleja telaraña que se extiende y aplica por igual en cualquier rincón de Andalucía. Cada campaña electoral me veía junto a ellos como a los trescientos de Leónidas resistiendo el paso de los persas en las Termópilas. Una misión tan heroica como atractiva la de derribar al todopoderoso PSOE de Zarrías y de Reyes. Y en ello estábamos, mientras estábamos unidos.

Lo acontecido en el congreso provincial ha cambiado mi percepción del partido, o mejor dicho muchas de las personas que lo han dirigido y dirigen. He llegado a reconocer en ellas comportamientos totalmente opuestos a los principios mencionados y algunos vicios que siempre he detestado y criticado en la política. Nunca hubiera imaginado hasta qué punto el impulso por mantener el control del partido podía ser más fuerte que el conjunto de normas que un día no muy lejano nos dimos en Málaga, y que fueron pisoteadas en la junta directiva del 3 de abril que puso en marcha el congreso ante la mirada impávida de la nada menos secretaria general del PP andaluz. Ese fue el comienzo de todo y el fin de una unidad. Como profesor de historia suelo recurrir a ella para encontrar sentido al presente, pero en esta ocasión no he encontrado más que historias paralelas. Saturno, advertido por el Oráculo de que sus hijos lo acabarían destronando decidió devorar a todos los varones que daba a luz su esposa Rea. Prefirió mutilar su descendencia con tal de mantener el trono de la misma forma que el aparato ha preferido mutilar el partido para mantenerse el poder. Otro símil lo encuentro en la Matanza de los Inocentes, en la que Herodes, otro celoso patológico de su poder, sacrifica a todos los niños de uno y dos años de Belén con el propósito de matar a Jesús, quien estaba entre ellos y estaba llamado a reinar. Tres historias paralelas con una única diferencia: ni a Saturno ni a Herodes se les ocurrió pedir olvido a los damnificados.

Ahora, con el congreso resuelto en falso, con un 43% de apoyo de la militancia y el respaldo de una regional que ha decidido ejercer de parte interesada, la nueva pero vieja dirección provincial ha decidido iniciar una gira por las comarcas para presentar credenciales y pedir olvido y unidad como si aquí no hubiera pasado nada, como si los pasos que nos dirigieron a la infamia ya no quemasen ni hubiera que repasarlos cada vez que se abra un periódico. Como si fuera tan fácil olvidar. Ahora el aparato se da cuenta de la consecuencia de haber devorado a buena parte de sus hijos en su ambición: sillas vacías en las sedes, congoja e incertidumbre. Ahora el aparato empieza a cocerse en el caldo que comenzó a cultivar aquel 3 de abril. Ahora toca vender por los pueblos un proyecto con no más garantía de futuro que la que pueda ofrecer un partido fraccionado, quebrado en sus entrañas y sobre el que si la cordura o la Justicia no lo remedia, tan solo el tiempo, mucho tiempo, y el amor a la camiseta podrá actuar como bálsamo de Fierabrás, y quién sabe a cuantos. Leyes, Constitución, orden, libertad, democracia... Si no fuese capaz de mirar más allá de Despeñaperros, todo me hubiera parecido un sueño de doce años.