Solo una luz ilumina

07 nov 2018 / 11:17 H.

Nadie sabe, salvo el que lo ha vivido, la angustia de despertar y observar con incredulidad que no puede hacer ese gesto tan corriente que antes pasaba desapercibido, que algo se ha desconectado en tu organismo y, aunque tu cerebro pone todo su interés enviando la orden, los músculos siguen inertes, ajenos al mandato. Y compruebas con horror, al volverlo a intentar, que toda tu voluntad queda bloqueada y frustrada por la imposibilidad. Se siente incluso con un gesto tan simple como el soplar, cuanto más cuando esa desconexión afecta a la médula, postrándote en una silla de ruedas. Nadie, salvo el que lo padece, sabe la desazón, la impotencia, el desamparo y hasta las ganas de morirte, cuando te hablan de la irreversibilidad que va a cambiar tu vida de forma radical, condenándote a la dependencia. Para siempre. Eso es lo más duro. En ese momento en el que todo se apaga, porque toda tu vida parece que solo girara alrededor de esa carencia, solo una luz brilla: la esperanza. Se podrán ir encendiendo lucecitas que sirvan para percibir que hay otras cosas, otras posibilidades, más allá del problema que te angustia, pero esa luz seguirá, es necesario que siga, iluminando tu vida. En el caso del parapléjico, que conoce muy bien todas esas sensaciones, esa luz de esperanza con vocación de milagro, acaba de cobrar lúmenes con las recientes noticias aparecidas en los medios. La investigación científica no para, desde los estudios de la doctora Ramón, española, sobre regeneración de las células medulares, hasta los más recientes sobre estimulación eléctrica epidural. Estos últimos, dados a conocer en los dos últimos meses por dos equipos de investigadores de Estados Unidos y otro de Lausana (Suiza), en los que se ha conseguido que personas parapléjicas den sus primeros pasos, demuestran que no es irreversible la desconexión entre cerebro y músculos, y es posible la recuperación del control voluntario sobre las piernas y, con ello, la capacidad de caminar por sí mismas. Hay que ser cautos todavía, pero, a falta del “levántate y anda” del milagro, bueno es el pasito a paso de la ciencia para seguir alimentando la esperanza. Que no falte.