Sin remisión

27 jun 2017 / 12:29 H.

Entre las redes digitales se esconden auténticos indeseables, gentes con malas entrañas, degeneradas, que aprovechando el anonimato escupen su veneno buscando herir, insultar, humillar y lanzar toda clase de vejaciones, tan graves que cuesta trabajo creer que este proceder sea cosa de humanos. Tras aquellos mensajes de tuitters macabros, dignos de fieras rabiosas, que se descargaron en las redes sociales tras la muerte del torero Víctor Barrio, hace casi un año, en la plaza de toros de Teruel, pensamos que el ansia de maldad se habría saciado. Mensajes vergonzosos, cuajados de odio, hacia los toreros y todo el entorno de la fiesta de los toros, que no merecieron ni un simple regaño de la justicia. Insultar, ofender, sale barato si se hace a través de las redes sociales. Y esta dejación anima a otros cobardes a hacer lo mismo.

Once meses después, la tragedia ha vuelto a aparecer, esta vez en la plaza de Mont de Marsan (Francia) el pasado día 17. Un toro mató al diestro Iván Fandiño. Y toda la carroña ha vuelto a movilizarse, volcándose en mensajes que cualquier ser humano no tiene más remedio que repudiar con todas sus fuerzas. Quienes combaten la celebración de corridas de toros esgrimiendo estas armas miserables no merecen ser llamados personas. Su macabro comportamiento es digno de fieras malignas. Así, con esas canalladas, no se puede defender nada, porque muy lejos de convencer a nadie de sus razones lo que consiguen es que los indecisos huyan de ellos. Existen medios legales para defender la propuesta de que la fiesta de toros sea prohibida y el medio menos legal es el que esgrimen estos energúmenos que celebran y ríen la muerte de un hombre. Es tan indigno como los argumentos de los separatistas catalanes que intentan defender ofendiendo a los españoles. Francamente, me duele porque hay cosas que, por miserables, nunca espero pueda hacerlas un ser humano. No voy a entrar en la polémica de que haya o no haya corridas de toros. Yo respeto a quienes están en contra, como puedo respetar a los políticos de todos los partidos si no rompen las reglas de la legalidad, del civismo y del respeto. Yo nací a la sombra del coso de la Alameda. Me gustaron los toros desde niño. Pues confieso que cada vez me gustan menos. Pero nunca olvidaré que una vida humana debe ser respetada por encima de todo.