Sin pasarse

16 feb 2017 / 11:50 H.

El Real Jaén, como todos los clubes del mundo, necesita savia nueva que vaya renovando su estructura y garantizando su continuidad. Es muy importante que los jóvenes, cuanto más jóvenes mejor, se interesen y unan al proyecto común de mantener la viabilidad de nuestro club. Pero no se debe permitir que, entre semilla nueva, se mezclen granos infectados por la violencia y las formas reprobables y vergonzantes que enturbian el buen nombre del Real Jaén. Es intolerable que un grupo de menores de edad intente agredir a Ramón Tejada ni a nadie. Todo tiene sus normas y el camino de demostrar el descontento, la desilusión, el fracaso, no es la violencia. Todo tiene sus cauces y su medida y hay que condenar esas conductas agresivas, por más que los autores sean unos chavales, precisamente de los últimos que llegan, incontrolados con afán de un protagonismo equívoco y censurable.

La afición es soberana, pero al mismo tiempo debe ser responsable. Hay modos, dentro de lo correcto, de demostrar el malestar por la situación del club y del equipo. Todos podemos juzgar la labor de los unos y de los otros, con más o menos rigurosidad y crudeza en las expresiones, pero sin llegar al insulto y menos aún a la agresión.

Los que me conocen saben que no soy de los que se muerden la lengua ni esconde las opiniones. Tejada ha sido nefasto para el Real Jaén durante el tiempo que lleva a su servicio. Tampoco es el culpable de toda la ruina que agobia al club, aunque sí del fracaso deportivo. Pero jamás aplaudiré que sea agredido como, aunque haya escrito cien veces que esta es la peor plantilla que he conocido en el club blanco, tampoco puedo aceptar que no se le pague religiosamente.

El fútbol es muy ingrato y la masa olvida pronto. No les extrañe que cualquier tarde, en cualquier partido, alguien grite a Felipe Ramos por un error, cuando ha sido un ejemplo admirable toda la temporada. Y lo mismo me temo que ocurra con Óscar Quesada. Me dolería que un solo aficionado llegara a gritarle, cuando Óscar ha demostrado ser uno de los profesionales más íntegros, honestos, pundonorosos y rentables de la historia de este club, cuya camiseta ha defendido poniendo alma y corazón. Sí, la afición es soberana pero debe ser también responsable y justa. A Dios lo que es de Dios y al César lo que sea suyo. Y siempre, sin pasarse.