Si una noche de primavera un lector

04 may 2018 / 08:33 H.

Muchos escritores han transitado por los abismos de la obsesión por culpa de un puñado de palabras. Así sucedió a Camus con su “En una hermosa mañana de mayo, una esbelta amazona, montada en una suntuosa jaca alazana, recorría entre flores las sendas del bosque de Bolonia”. En “La peste”, un personaje apellidado Grand se pasa noches enteras sobre esta frase, decidiendo cuál es la forma más pulcra de empezar una novela. ¿Y los lectores? ¿A qué abismos se asoman? Hallé la respuesta anoche mismo, mientras paseaba por “La educación sentimental”: “El camino zigzaguea entre los gruesos pinos, bajo peñascos de angulosos perfiles; toda esa parte del bosque tiene...” Justo aquí termina la página 449. Al pasar a la siguiente leo estupefacto: “...ventanas. El 12 de febrero, a las cinco, se declaró una hemoptisis espantosa”. El libro salta, por su cuenta y riesgo, hasta la 514. Lo juro: la sensación de vértigo fue tal que temí haber sido yo el que había expectorado un esputo sangriento. Hoy, en cambio, no paro de pensar en un bosque con ventanas y en ese accidente en los abismos de la lectura con el que Flaubert –e Italo Calvino, el autor con la sombra más alargada– me azuza(n) a escribir una/otra novela.