Ser Santo no es ser tonto

18 abr 2017 / 10:25 H.

Somos un pueblo sufrido, capaz de soportar presiones y demoras. Las más de la veces las cuestiones fundamentales nos pasan desapercibidas. Se conocen ya los esbozos presupuestarios del Estado y por muy raquíticos que sean, que lo son, poco parece importarnos. Ya es público que el Museo Ibero tardará unos meses más en abrir, son tantos los años de espera que poca repercusión tendrá un nuevo aplazamiento. En carreteras, más de lo mismo, ni la A32, ni la Autovía del Olivar, ni siquiera el desdoblamiento de la N432 tienen visos de ser realidad a medio plazo. Hablar de ferrocarril es ya lamentable, aquí ni se moderniza, ni se acaban obras ni se ponen trenes. Al tranvía ni se le espera. Por no citar las propuestas de centros intermodales de transporte o un Puerto Seco que no son más que palabrería para réditos electorales. Que Jaén es diferente lo sabemos, para lo bueno, lo tenemos, y también para lo malo, aunque esto nos cueste más aceptarlo. Parece que llevásemos a gala el sufrido dolor en silencio de nuestras hemorroides, esas en forma de desesperante dejación gubernamental. Algunos parecen interesados en confundir el Santo Reino con el reino de los tontos.