Sentido y sensibilidad

02 oct 2017 / 10:51 H.

Hablar bien de la banca no suele estar bien visto. Por cada artículo elogioso hacia el sector financiero se escriben cientos criticando —con argumentos sobre el papel— las insuficiencias, los recortes de personal, los “productos” discutibles, los márgenes de negocio, el alud de comisiones, los beneficios estratosféricos de algunas entidades, las hipotecas suelo... No abundaré hoy en la retahíla del descontento y la queja, muchas veces justificada. También, en estas mismas páginas, un servidor ha formado coro de las protestas en torno a nuestro sistema bancario y sus tropelías.

Claro está que, como detrás de toda generalización, se esconde un punto de injusticia. Y si bien es cierto que la crisis bancaria ha pasado, sigue pasando, una pesadísima factura a las arcas públicas del Estado español (48.000 millones de euros tiran hacia debajo de cualquier economía social), no lo es menos el hecho de que en las primeras décadas de nuestra democracia las obras sociales de las cajas de ahorros jugaron un papel esencial en la renovación de nuestros hábitos culturales. Miles de artistas no habrían podido mostrar sus obras en condiciones dignas sin las galerías de arte abiertas en las ciudades. Ni habrían salido a la luz catálogos imprescindibles para analizar críticamente su producción estética.

La crisis desencadenada en 2008 puso patas arriba el mapa de las cajas de ahorros, cuyas obras sociales se han resentido a causa de la escasez, algunas de manera irreversible. Y tanto las prestaciones asistenciales como el apoyo a la creación artística entraron en un periodo de vacas flacas... Se salvaron de esta “quema” escasas entidades a nivel estatal. Y en la provincia de Jaén lo hace, de manera sorprendente y elogiable, la Caja Rural, a través de su Fundación que, en este septiembre requemado y ansioso de lluvia, cumple diez años.

Hablo de sorpresa porque diez años atrás nada hacía presagiar el éxito de una iniciativa en la que otras firmas bancarias llevaban ventaja. Sobre La Rural pesaba el tópico de que su carácter, básicamente agrario, no empujaba las velas del barco hacia las iniciativas culturales, especialmente en cuanto atañe al arte de vanguardia y a las manifestaciones emergentes. Lejos de esta errónea predicción, la Fundación Rural se ha convertido, desde su sede carolinense, en lugar de acogida e impulso para un abanico, amplio y plural, de quienes rompen, de manera individual o colectiva, con las aguas mansas de nuestro paisaje provincial en materia de cultura. El jueves pasado las cuatrocientas personas que abarrotábamos el salón de actos de la propia Caja recordamos, con una mirada retrospectiva, lo mucho que la Fundación ha hecho (“que diez años no es nada”) por el patrimonio artístico de Jaén, para que la renovación estética llegue a los lugares más recónditos de la provincia, para que hasta la era de una aldea segureña (Moralejos) o un cuadro en una iglesia de Vilches reciban el soplo benéfico del apoyo económico de la Rural. Por no hablar de la continuada línea de colaboración con la Catedral de Jaén o la ubetense Iglesia de San Lorenzo.

El acto de celebración del décimo cumpleaños resultó en extremo elocuente. Por la sobriedad del presentador Javier Altarejos, el rigor de Manolo Parras al hablar de la investigación oleícola, por el relato (a cargo de Pedro Galera) de tantas exposiciones, festivales y restauraciones donde la Fundación Rural ha sido piedra angular. También se agradeció la medida brevedad de los discursos, junto al entusiasmo de las actuaciones: danza contemporánea, acrobacia y voces blancas a cargo de tres colectivos entregados y de notable nivel artístico. Y no puedo sino alabar la actitud del alma máter de la Fundación. Luis Jesús García Lomas hizo una meditada intervención: plagada de agradecimientos, modesta en extremo, sin reclamar protagonismo para sí mismo, mostrando su profundo sentido común en la tarea de pilotar la nave de la Fundación, y una exquisita sensibilidad a la hora de apostar por la cultura. Como dijo alguien, “Felicidades, y que dure siempre”.