Segundos de lujo

16 nov 2018 / 09:01 H.

La muerte, hace unos días, de Avaro de Luna, el actor que comenzó de figurante, extra y después, especialista en el cine español e internacional —que dobló a grandes actores y que a base de afán y espíritu de superación llegó a hacerse con un lugar destacado en los créditos de las películas y dejarnos el recuerdo de un personaje tan entrañable como “el Algarrobo”, de la serie “Curro Jiménez”—, me trajo a la memoria otros nombres de actores que triunfaron en el cine universal. Ellos comenzaron desde abajo, siendo los eternos segundones, casi siempre, en la piel de hombres malos.

Dos grandes, como John Wayne y Anthony Quinn, empezaron así una carrera que les encumbró al cielo del séptimo arte. Y algo similar hay que decir de Ernets Borgnine, Lee Marvin y Lee van Cleef, entre otros. Salvando las lógicas distancias existentes entre el cine español y el de Hollywood, en nuestro país también se dieron casos de actores, que rara vez fueron protagonistas, pero que llegaron a ser más populares y admirados que las primeras figuras. Auténticos segundones de lujo que llevaban a las salas más público que lo protagonistas. Ese fue el caso del aragonés Fernando Sancho, un actor de muchos registros, especialmente, los que necesitaban un toque de humor y un malvado indispensable en docenas de “spaghettis westerns”. Fernando Sancho bordaba al mejicano como aquel “Carrancho” bravucón y marrullero, un malvado lleno de ironía y con un tono de sátira que suavizaba el sadismo. Fue más recordado por sus papeles cómicos, desenfadados, de tipos raros, que por los dramáticos.

Recuerdo a Fernando Sancho paseando por las calles de Jaén una mañana de febrero de 1960, formando parte del grupo de actores que participaron en la humanitaria “Operación Escoba” y que barrieron, cada uno con su escoba, la plaza de Santa María. En el grupo figuraban José Isbert, José Nieto, Arturo López, Julio Riscal, Venancio Muro y actrices como Elena Espejo y Yelena Samarina, entre otros muchos más. Fue aquella una jornada inolvidable en la que recuerdo que Fernando Sancho, que aún no gozaba de la popularidad que alcanzaría después, cojeaba y andaba ayudado por un bastón. Fue aquel un gesto de generosidad que quedó marcado en la memoria de quienes lo vivimos y lo recordamos con nostalgia. Fernando Sancho falleció en 1990, a los 74 años.