Seguir en el engaño

11 ene 2018 / 09:22 H.

Hace tiempo que no los veo por la carretera. Será porque hasta que no empiecen en serio con las autovías prometidas los tienen guardados. Verlos me causaba una doble sensación, de vergüenza y de indignación. Se trata de esos muñecos de apariencia humana, vestidos con sus monos, como trabajadores reales de la construcción, y que muy serios, suben y bajan la banderita roja avisándonos del peligro. Me parece la imagen más patética de lo que está pasando, no por el hecho de que las máquinas sustituyan al hombre en su trabajo, que eso es parte del progreso, sino porque lo hagan en forma de hombre o de mujer, y sin cuidar las formas, que a veces suenan a cachondeo: “Mira... lo ves? Lo que tú haces lo puede hacer un muñeco, que además se aguanta toda la jornada sin parar, ni para beber agua ni para mear”. Y sin salir a la carretera, si compras tabaco, una máquina te habla y te da las gracias. (Ya mismo te dirá, además, que eres un irresponsable). Si quieres dinero, es otra la que te dice que ya no te queda un duro. Y si te quedara algo, y vas al supermercado, te puedes cobrar tú mismo con otro invento. El depósito del combustible también te lo llenas tú mientras el propio surtidor, con voz dulce y femenina, te dice si has elegido diesel o gasolina. Desde el móvil te adivina lo que quieras una tal Siry que lo sabe todo; aunque si lo que pretendes es darte de baja, es otra, menos servicial, la que te marea la perdiz, que si marque uno, que si diga sí. Y si estás parado, porque te ha sustituido una máquina, no puedes ir directamente a hablar con un funcionario, sino que tienes que hacer cola para vértelas con un monitor lcd de 20 pulgadas que te pregunta para qué cojones quieres ir a la oficina de empleo, o te echa la bronca porque previamente no pediste cita previa, tal como lo explica en la web oficial una chica virtual que parece funcionaria y que no está nada mal. Porque eso sí, en ese mundo irreal se cumple con creces la paridad laboral. Máquinas tiene que haber, pero digo yo que no deberían adoptar formas ni simular comportamientos humanos. Dicen que hasta las van a dotar de “empatía”, ¡con lo escaso que está eso hoy día! Las hay hasta de látex con una apariencia tan real que sustituyen al oficio más antiguo de la humanidad. Estamos incentivando a las empresas para que mejoren su productividad con inventos que sustituyen funciones que venía realizando el hombre sin pensar a la vez en qué se van a ocupar los hombres que hacían esas funciones. Estamos sustituyendo los recursos humanos por los tecnológicos y personas físicas por jurídicas. Y, o nos damos prisa en diseñar un modelo que recupere la dignidad de sentirnos útiles todos o este sistema crujirá. Por lo pronto yo instauraría un impuesto a la simulación para pagar a la humanidad sus derechos de imagen y de propiedad intelectual. Debería existir un registro de nuestra propia imagen, la de los seres humanos, una patente de diseño, que como a Dios no le hace falta dinero, la repartiríamos. Un 20% por máquina parlanchina, que se dedicaría a la investigación de nuevos sistemas de convivencia en los que ninguna corporación pueda estar por encima del interés general. Cualquier día de estos al muñeco de la carretera nos lo visten de torero para hacernos seguir en el engaño de no querer mirar cara a cara a los que nos siguen lidiando año tras año.