Se busca líder solvente

14 jul 2018 / 11:05 H.

“Empieza la fiesta macabra de las declaraciones rimbombantes, de las mentiras conscientes, de los nervios que produce el temor a quedar mal”. Felipe González, anotaciones de un presidente ante una campaña electoral. “El País”.

Las tribulaciones de puño y letra de un presidente del Gobierno son, al margen de documentos históricos, las necesarias acotaciones de “realidad” de un mundo teatralizado como el de la política. Así se sentía un presidente, quizá ya exhausto, ante una nueva campaña electoral, la “fiesta macabra”. Un dietario íntimo en el que se mezclan los asuntos de calado con apuntes de un bañador y una caja de pimientos para llevárselos a Doñana.

“Hablas de la gente como si fuera tuya”, le reprochaba el amigo “periodista” a Kane, tras perder este las elecciones como gobernador, en la seminal película de Orson Wells. Interpretar los deseos y opiniones de la opinión pública es cosa vieja y los errores de mesías políticos que se creían capaces de interpretar eso oráculo público, también.

El “tour de force” de los partidos por presentarse plurales, democráticos de principio a fin, escuchar el rumor de sus propias mareas internas y garantes de sus procedimientos choca con la paradoja de culto al líder, como el garante que mejor interpreta la voluntad de un pueblo... El problema radica en que una vez que este languidece o se marcha al registro de la propiedad, o ambas cosas, queda un vacío poético que, en general, los partidos llevan mal.

En el PP andan a la gresca entre delfines que no nadan en grupo y que, ahora sí, se afean políticas recientes que nos creíamos sólidas y unánimes. Incluso se utilizan vídeos de dudosa paternidad para ligar, por ejemplo, a Soraya Sáenz de Santamaría, con el PP que no quiere renovarse (Arenas, Montoro...). Para el mero espectador es una ópera bufa que entretiene, que rebaja la gran política, la inaccesible, al territorio mundano de las disputas familiares. Todo en un lenguaje llano, con las intrigas propias del género, y con los giros de guion del Barbero de Sevilla. Pero si a alguien cabe asignarle el papel de un Fígaro 3.0 en estos últimos meses es a Iván Redondo, el analista político que apostó por un caballo sin pedigrí, que trotaba por el hipódromo político sin bridas y al que aseguró que sería presidente del Gobierno. La habilidad de este estratega estaba testada cuando, como caballero de fortuna, sirvió a la bancada del PP también con éxito. Ahora queda coronado con un concurso de doma clásica que llevó a la presidencia a Pedro Sánchez, para nota forjar un liderazgo en una legislatura exprés.

La fusta y la discusión por el poder interno también llegan a la nueva política. Teresa Rodríguez padece, ahora, el imperio de la “fuerza” de las redes sociales de un partido como Podemos acostumbrado a ajustar sus cuentas en el ágora de Twitter. Pero hay secuaces a los que se les va la mano a la hora de interpretar a sus “líderes”. El lado oscuro de las hordas. El linchamiento que reconoce sufrir en esta red social se basa en el temor, expresamente citado, de los líderes del partido con la deriva en forma de confluencia de Podemos Andalucía e Izquierda Unida. Pablo Echenique no pierde oportunidad de afearles la conducta con argumentos peregrinos. La líder andaluza recupera para la causa en Jaén a José Luis Cano que alternará la cosa pública con la “puerta giratoria” de la enseñanza. La prueba del algodón de Podemos sobre la opinión de los territorios parece circunscribirse a los llamados históricos que siempre tienen derecho a decidir y, también, a elegir coaliciones con las que amancebarse, aunque sea contranatura y tengas que abrazar un nacionalismo de pelusa en el ombligo.

“Si aquel que dice ser tu amigo te clava un puñal en la espalda, debes de desconfiar de su amistad”. Les Luthiers en clave política española.