Repitamos, ¡viva el vino!

14 feb 2019 / 10:06 H.

Increíble, pero cierto: los independentistas catalanes prefieren las urnas a dar el sí a los presupuestos. No basta con que les hayan recalcado que son las mejores cuentas para Cataluña de toda su historia, que hacen un balance social que ya lo quisieran en sueños, y que las inversiones en infraestructuras o sanidad son envidiables, no, no basta. La hipótesis absurda y esquizoide, y la deriva en espiral que siguen proponiendo no tiene ni pies ni cabeza, esto es la autodeterminación. Llama la atención para cualquiera que afronte el problema catalán, que allí gran parte de la población baraja esa idea, como que quieren decidir, como que quieren votar, como que tienen derecho a ir a las urnas, como que algo les legitima histórica o lingüísticamente a pensarlo, porque sí o porque también, porque ellos lo dicen, y aquí podrían entrar todas las mentiras del mundo para volver lo blanco negro o argumentar que cuando es de día —sin embargo— es de noche. Para ello hicieron falta muchas décadas falsificando los libros de historia y adoctrinando en las escuelas con conceptos erráticos, chauvinismo rancio y regionalismo cateto. Varias generaciones y centrifugados de cerebro después, se deben a su febril electorado, tras el no —evidente— al chantaje para “arreglar” el juicio, pelillos a la mar, junto con una nadería en forma de autodeterminación o solución final. Disparates así de simples. No iban a dar su brazo a torcer con el aún banquillo caliente de los acusados, aun a sabiendas de que están perdiendo unos presupuestos históricos para Cataluña... Nada hay que objetar al gabinete de Sánchez, que ha realizado su trabajo con dignidad, renovando los aires de esa inercia impresentable de Rajoy, quien ya es historia de la política española tras aplicar el 155. Retirarse fue algo más que un gesto, después de salpicarle la corrupción y el fracaso de su intolerancia. Sánchez ha peleado a un lado y otro del espectro político, quedándose casi solo, y vamos a ver qué le deparan las próximas elecciones, esperemos que el 28 de abril, lo cual adquiere mucho más sentido que un superdomingo electoral, porque no conviene juntar tantos comicios. Unas elecciones siempre es algo serio, y se merecen ir por separado. Ahora bien, si los pronósticos se cumplen, habría que preguntarse cómo la derecha pesca en río revuelto, y si será Rivera o Casado el próximo presidente del gobierno, con el apoyo de Vox. La cosa está que arde. El enfrentamiento se recrudece. La manifestación en la plaza de Colón es una fabricación en serie de “indepes”... No obstante, no se dan cuenta, obcecados en el error. ¿Alguien me haría el favor de explicárselo a los que tanto airean la bandera? Por favor, ¡si es que invocan hasta a la cabra de la legión! En el nombre de España se hace mucho daño a España... Sánchez defenderá sus cuentas no aprobadas —las mejores de la historia de España, abortadas— como carta de presentación y pliego de descargos, pero no sé yo si la gente le votará con tanto gusto como los adeptos de Abascal. En fin... Hace doce años que Rajoy exclamó sin duda su más célebre frase en todo el tiempo que ostentó el poder, e incluso —sin exagerar— en la historia del poder de todos los tiempos. Algún día se estudiará y nos sorprenderemos de que haya sobrevivido esa frase legendaria, sin saber quién la pronunció. Así que repitamos sin pudor: ¡Viva el vino!