Rayos y truenos

15 ago 2016 / 17:00 H.

Los seres de costumbres, aquellos que disfrutan de sus vacaciones cuando manda el calendario, no tendrán más remedio que empezar a eliminar hábitos desfasados y en serio peligro de extinción. Recuerda el refrán que en la variedad está el gusto y, como a buen entendedor pocas palabras bastan, ni que decir tiene que esto ya no es lo que era. Atrás quedaron aquellas mayorías absolutas en las que el diálogo en interminables plenos se convertía en agua de borrajas nada más echar el cierre. Corren tiempos nuevos. La minoría impera en el gobierno municipal por mandato ciudadano. Fracasadas las argucias políticas para recabar fuerza y rebajar la tensión, toca despojarse de vestiduras pasadas de moda y renovarse para no morir.

Todos tienen voz y voto. Ahora más que nunca. Buscar el entendimiento y avenirse al trato será la única solución para evitar bloquear lo bloqueado desde que la crisis invadió el terreno. Dejar atrás la costumbre de gobernar como los burros con orejeras será por imperativo legal. Dejar atrás la costumbre del no por el no será de obligado cumplimiento. Dejar atrás la costumbre de buscar protagonismo para ganar audiencia será cuestión de días. El caso es que urge un cambio en el estilo de hacer política municipal. Ni unos pueden organizar el “cotarro” como cuando tenían mayoría absoluta ni otros deben trabajar en la oposición con la mirada puesta en ganar puntos de cara a la galería.

El pleno del lunes pasado marcó un antes y un después en el devenir de la legislatura. El Partido Popular convocó una sesión extraordinaria en busca de dinero para saldar parte de la deuda que hay pendiente por sentencias judiciales y se encontró con un muro. El Partido Socialista, Jaén en Común y los tres concejales no adscritos se cerraron en banda y bloquearon la propuesta de adhesión a un Fondo de Ordenación para invertir 4,4 millones de euros en algo dictado por los jueces. Ven intereses ocultos y discriminación en el destino de un dinero que si no llega, se pierde. El enfado que hay en las filas populares es monumental. La amenaza de recurrir a los euros que hay para garantizar los servicios públicos es real y, a la postre, llegará el segundo zapatazo de la imposibilidad de pagar las nóminas de un Ayuntamiento arruinado. El primer capítulo de una larga historia ya está escrito. El desenlace final llegará cuando llegue la orden de pago judicial.

El pleno no solo se quedó en lo extraordinario de un fondo que ya no se espera. La oposición se encargó de que la bronca política fuera a más. Primera cuestión. Entre bambalinas, con voz baja y amparados en el anonimato, hubo quienes clamaron al cielo por convocar una sesión en agosto. La respuesta oficial no se hizo esperar. La orden del Estado, común para todos los ayuntamientos, expira mañana, motivo de peso para organizar papeles en medio del periodo vacacional. Y segunda cuestión. Se armó la de San Quintín con las ausencias de concejales que no llegaron a producirse y con el empeño en una división interna, en el seno del equipo de Gobierno, voceada por más de uno, y de dos, y negada por sus protagonistas. Llegaron a decir que el alcalde, Javier Márquez, no esperaba la presencia del concejal Miguel Contreras. Los aludidos se llevan las manos a la cabeza y rechazan críticas que arrecian y que van mucho más allá de los asuntos económicos. Rayos y truenos empiezan a caer en el Ayuntamiento. La tormenta de verano amenaza con volver.