Quo vadis Europa

04 jun 2018 / 08:54 H.

El 5 de marzo en esta columna me confesé euroescéptico y pensé que iba a aliviar una de mis preocupaciones, no es así; aunque no me gusta, quiero a Europa y no dejo de pensar dónde ha llegado aquel proyecto de 1950 —la Declaración Schuman— en que Konrad Adenauer, Jean Monnet, Winston Churchill, Robert Schuman, Alcide de Gasperi, Paul-Henri Spaak, Walter Hallstein y Altiero Spinelli, reciente el final de la Guerra, planearon una estrategia que, comenzando por lo económico, llegaría a constituir los Estados Unidos de Europa. Llegaron los vientos del siglo XXI, el fracaso de Niza y Lisboa y la idea de la Europa común si no ha muerto, se encuentra dormida; no hay más que ver cómo desafina el coro de los gobernantes y cómo rechina cualquier decisión que vaya más allá de la conveniencia económica de los socios. El derecho público europeo ni está ni se le espera; los Estados no pueden desarmarse (Schengen) sin un consenso mínimo, les va la vida en ello. Las fronteras exteriores, la inmigración y los temores al tío Trump diluyen a Europa, que es incapaz de poner de acuerdo a sus jueces y de que coexistan —no ya unificar— sus jurisdicciones. Muertos los padres, no hay quien los sustituya; al continente ya no lo salva ni San Benito, su patrón.