Queridísima Baltasara

25 may 2019 / 11:12 H.

Fue impresionante ver “La Baltasara” el pasado sábado en el patio de la Casa Museo de Lope de Vega, en Madrid, la historia, escrita por Inma Chacón, de aquella extraordinaria actriz del Barroco, que en la cumbre de su carrera, cuando impresionaba al público sobre las tablas siempre a teatro lleno y la llamaban “La Divina Baltasara”, o “La Bragalinda” —los malidicentes—, decidió en plena representación de una pieza en El Corral de la Olivera marcharse a vivir para siempre en una cueva ubicada en la montaña. “La Baltasara” es un poético y dulce homenaje a la profesión de actriz y también una reivindicación implacable de la mujer. Inma Chacón explica en el programa que en la España del siglo XVII los cómicos llegaron a un nivel de profesionalización semejante al actual, incluso hubo actrices que se convirtieron en empresarias de su propia compañía, pero las intérpretes dependían de sus padres o esposos para ejercer su vida profesional. Ana Martínez, que se hizo llamar Francisca Baltasara de los Reyes, tuvo que contraer matrimonio con el actor Miguel Ruiz, porque la ley obligaba a las cómicas a estar casadas para evitar “la vida licenciosa”. Dice Baltasara: “Del roce llegó el cariño”. Pero tanto Miguel como ella vivieron permanentemente amores fuera de su matrimonio. Incluso Baltasara estuvo a punto de llegar tarde a una importante función, aunque finalmente estuvo ahí a su hora tras una larga travesía a caballo, después de una noche de amor enloquecido. “Aquellas mujeres tuvieron que pagar la libertad en la que vivieron”, cuenta Baltasara. La obra se desarrolla en los momentos finales de su vida, retirada en la cueva, cuando rememora momentos estelares de su trayectoria profesional. Miguel acudió varias veces a esa cueva para rogarle a Baltasara que regresara a los escenarios, porque la compañía teatral se resentía sin el talento de ella, el público la reclamaba, e incluso en una ocasión el hombre le llevó a Baltasara unos legajos que eran “una obra que Lope de Vega había escrito de su puño y letra para ella”. Baltasara duda, se conmueve, pero decide continuar en su retiro pese al impacto emocional que le causa ese libreto “con los apuntes de Lope en los márgenes, con su letra”: “Lope es el mejor escritor de comedias a lo ancho de las Españas”, dice.

“La Baltasara” es un maravilloso poema escénico. La actriz Pepa Zaragoza cuaja una actuación fascinante. Ríe, llora, se emociona, hace apartes con el público, canta y baila. Se le puede aplicar una frase de su personaje: “Cuando bailaba, el alma se le salía de su cuerpo para danzar por su cuenta”. Y Nacho Vera resulta eficaz en su papel de apoyo a la intérprete y ha compuesto hermosas coplillas para el espectáculo: “Cuánto te quise, mi Baltasara/negra de nombre/rosa de cara”. La obra, ya está dicho, supone una reivindicación de la mujer, una recuperación de esas extraordinarias mujeres perdidas en la memoria de los tiempos, como ocurre en otros espectáculos teatrales actualmente de gira por España, como “María Lejárraga”, de Vanessa Montfort, o “La Calderona”, aquella cómica amante del rey a la que aquí hace una mención llena de afecto Baltasara. Los cómicos de esa época no tenían derecho a un entierro sagrado. Pero la leyenda cuenta que cuando La Baltasara murió en absoluta soledad, comenzaron a replicar las campanas de las iglesias, ellas solas, para despedir a esta gran mujer.