Que no nos engañen

07 mar 2018 / 09:11 H.

No soy muy de identidades pero, con los ecos del Día de Andalucía, me enervo. Ya está bien de engaños a los andaluces. Y son muchos, pero hoy me voy a centrar en nuestra lengua, el castellano con sus distintos acentos, o español, porque así lo decidió la historia, y en los miles de andaluces que, no por gusto, hay repartidos por la geografía española, porque desde siempre no se le viene poniendo remedio. Y remarco lo de española, por lo que de derechos conlleva. Viva en Cataluña o en Baleares o en Vascongadas, cualquier español debería tener derecho a que la lengua vehicular de la educación pública fuera la propia de la familia. Ese derecho se está conculcando en esas comunidades por los nacionalismos, con la aquiescencia de los grandes partidos políticos en un trueque miserable de apoyos para mantenerse en el poder. La cuestión no es baladí, ojo, ni para Andalucía ni para España, porque el idioma condiciona pensamientos y sentimientos. Especialmente llamativa es la postura del PSOE, un partido que por ideales y por afinidad con sus bases tendría que estar enfrente de políticas como la inmersión lingüística que posterga la lengua vernácula de muchos de sus votantes. No es así. En Cataluña fue un consejero socialista el que instituyó la inmersión lingüística en catalán, quién por cierto luego se pasó a las filas independentistas, y en Baleares el gobierno de la socialista Francina Armengol quiere imponer el catalán hasta en la sanidad. Eso es una estafa para tantos andaluces emigrados que tienen en gran consideración el socialismo. Hace tiempo que este partido debiera haber puesto orden en sus filas, para no ser nido de nacionalistas excluyentes, cuando no independentistas, o esclarecer posiciones para que los votantes sepan a qué atenerse. La experiencia en Cataluña, con una pérdida incesante de votos, debería servir de escarmiento. Preferible es desmembrarse de aquellos que buscan otros intereses a la sombra de la marca PSOE, incluso perder opciones de gobierno, que dejar que se resienta la congruencia, porque al final su falta se acaba pagando.