Propósitos 2019

31 dic 2018 / 09:22 H.

Hoy termina un año. Mañana comienza otro. Como siempre, la llegada del día de las campanadas es el día en el que terminamos de abrochar la cremallera del traje, que conforman los desafíos que nos habíamos planteado justo 364 días antes. Y no por los excesos gastronómicos de estas fechas, sino por la falta de consecución de esos retos planteados, es por lo que a muchos no termina de abrocharles del todo ese traje que parecían haberse confeccionado a medida, a inicios del ya moribundo ejercicio. Las razones que propician la falta de consecución de los objetivos marcados pueden ser múltiples y variadas. Pueden deberse a hechos o situaciones no controlables por nosotros mismos o resultar el fruto de no haber sabido mantener nuestras fortalezas o corregir nuestras debilidades. Hoy es día de balances. Mañana lo será de propósitos. El general Eisenhower (1890-1969) dijo en alguna ocasión que los planes son inútiles, pero la planificación lo es todo. Una frase que nos pone en antecedentes de lo que realmente es importante a la hora de ponerse con los objetivos para el año que comienza. La misma, nos recuerda que no deberíamos pasar directamente a la acción sin el previo ejercicio de identificar las fases que nuestro proceso de planificación va a precisar. El fin es tratar de ordenar lo que queremos cumplir y para ello, cuanto mayor sea el grado de planificación, más sencillo resultará obtener los máximos objetivos con el menor de los esfuerzos. Hoy 2018 se va. Mañana afrontamos 2019. ¿Han oído en alguna ocasión aquello de ponerse definitivamente con el inglés o lo de dedicar más tiempo a los hijos o el tan manido deseo de perder peso? Intenciones generalistas, propósitos vagos, objetivos que, al no ser específicos, al no ser medibles y al estar faltos de un tiempo asignado para su ejecución, carecen de las características necesarias que garanticen su consecución. Las personas, los colectivos y las empresas necesitamos objetivos claros, estructurados y bien definidos, de lo contrario las fuerzas se agotan, el interés disminuye y la desidia se impregna de todas y cada una de nuestras acciones. El inicio de un venturoso año nuevo debiera estar repleto de preguntas del tipo ¿qué es lo que quiero lograr? ¿por qué lo quiero hacer? ¿de que recursos dispongo para hacerlo? ¿cuándo quisiera tenerlo terminado? ¿cómo voy a ir midiendo su evolución? Y es que comenzar a poner en marcha acciones sin saber realmente el motivo por el que lo hacemos, no nos va a llevar a ningún lado y por el contrario nos hará perder tiempo y con toda seguridad, también dinero. Planificar nuestras metas para el nuevo año es sin duda, incrementar las posibilidades de conseguir alcanzarlas. Es por ello, que deberemos ser positivos en cuanto al ánimo con el que nos planteemos los pequeños o grandes retos a conquistar, sea como fueren, deben ser propósitos alcanzables y que los mismos resulten motivadores. No hay nada más desmotivador que no disponer de los recursos necesarios para llevarlos a buen fin, es por lo que resultará del todo indispensable contar con el dinero, el tiempo, la energía o la disciplina para realizarlos. Esta circunstancia que parece obvia, en muchas ocasiones no se dimensiona desde un punto de vista realista y termina mandando por tierra cualquier iniciativa que, aun siendo de partida específica, medible, alcanzable y con criterio de temporalidad, no tenga en cuenta algo tan sencillo como la posibilidad material de ser realizada. Así pues, en mi ánimo de desear a mis fieles lectores un próspero Año Nuevo que entra en unas horas, está también la recomendación de que los objetivos que se marquen sean pocos, concretos y que pongan el foco en lo positivo. Para todos ellos, el deseo de que consigan estar motivados y comprometidos para, midiendo regularmente la evolución de los mismos, poder comprobar como el traje que ahora diseñan a su medida imaginando, detallando y especificando cómo les gustaría verse dentro de doce meses, se haga realidad.