Prestidigitadora sanación

04 nov 2018 / 11:18 H.

Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Esta frase de Arthur C. Clarke nos enfrenta a retos complicados cuando nos acercamos al progreso desde posiciones poco familiarizadas con lo científico a pesar de que coincidimos con su afirmación.

Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Puede la magia rodearnos de tal modo que la interioricemos como ciencia, como realidad? En ese dilema nos encontramos cuando leemos que ciertas “pseudociencias”, por llamarlas de algún modo poco ofensivo, nos ofrecen curaciones imposibles, sanaciones utópicas y curas inverosímiles. Estafas que se retroalimentan de la angustia, la desesperanza y el dolor de quienes se ven impotentes ante la enfermedad y llaman a cualquier puerta tratando de superarla. Esas dolorosas situaciones son el caldo de cultivo de curanderos, homeópatas, naturistas y demás propuestas alternativas a la medicina tradicional a la que suelen presentar como un mero instrumento de las farmacéuticas para limpiarnos el bolsillo. ¿Cómo es posible que pacientes con cáncer, con leucemia, abandonen sus tratamientos en aras de ilusas suposiciones que solo llevan al fracaso? Y no solo hablamos de enfermedades, digamos, con menores posibilidades de supervivencia. Aún colea el esperpéntico caso del agricultor que afirma curar el autismo con una disolución de algo similar a la lejía o aplicando unas gotas de orina en el oído del paciente. Y, aún peor, la corriente de padres autodenominados “progresistas” que dejan de vacunar a sus hijos en aras de lo natural con el grave peligro no ya para sus vástagos sino para la sociedad entera al provocar que enfermedades prácticamente erradicadas vuelvan a estar activas.

Ante este panorama, curiosamente, las autoridades no toman las medidas que serían deseables. Ciertos productos homeopáticos pueden venderse en farmacias cuando su utilidad es escasa o nula y ciertos “profesionales” no son sancionados por sus actividades claramente nocivas para los enfermos. La autoridad competente no solo se ha de preocupar por ofrecer un sistema de salud de calidad y una medicina a su altura. También ha de hacer pedagogía sobre los peligros de las pseudociencias y poner en alerta a sus posibles víctimas.

Se publicaba recientemente que incluso cuando este tipo de terapias alternativas se utilizan como complemento de la medicina científica empeoran el resultado de los tratamientos por la desconfianza que inducen en los pacientes. Es necesario extirpar del imaginario popular la peligrosa creencia de que estas terapias alternativas curan enfermedades para las que la medicina convencional no funciona o no tiene propuestas válidas. Es la ciencia y no la magia quien puede curarnos.