Premio Internacional de Pintura Emilio Ollero XXXI edición

15 ene 2018 / 09:40 H.

Un año más, el Instituto de Estudios Giennenses (IEG) de la Diputación Provincial de Jaén ha hecho entrega de los galardones del XXXI Premio de Pintura “Emilio Ollero”, cuyos galardones tienen el siguiente orden: La pintora y artista multidisciplinar Ángeles Agrela ha recibido el primer premio del certamen dotado con 10.000 euros por su obra Retrato de la serie Fanzine, obteniendo el siguiente galardón el pintor sevillano Francisco Javier Rodríguez Pérez por Duelo de Golondrinas dedicado a jóvenes talentos andaluces, cuya dotación de 5.000 euros incluye una muestra personal en estas Salas Provinciales. Obras también de magnifico fuste son Viaje a Japón IV, realizada por la toledana María Arminda Lafuente, y el cuadro La soledad escogida, del gaditano Bartolomé Junquero, ambas pieza premiadas con accésit, dotados de 2.000 euros cada uno. Por consiguiente, obras de aportes absolutamente diferentes en su raíz estética y, sin embargo, igualmente actuales.

En este sentido destaca que no obstante su contrastada relevancia y larga trayectoria, el certamen sostiene un pulso que merece ser destacado dentro del clima de los diferentes concursos de esta naturaleza; cierto que sujeto a las limitaciones propias en los soportes bidimensionales y, sin embargo, absolutamente abierto a la pluralidad pictórica de nuestros días. Durante treinta años el premio no ha dejado de alentar la concepción pictórica de horizonte abierto, cuyos resultados quedan registrados, en la serie de catálogos publicados con motivo de su XXXI edición mediante las obras seleccionadas, reproducidas a todo color en los catálogos citados. Todo un corpus documental con más de mil piezas deudoras del quehacer de tres décadas de pintura, sujetas a diferentes modos estilísticos de mirada. Una treintena de piezas pueden ser contempladas en las salas de Exposición del organismo provincial en formato de caballete que, de algún modo, permiten interrogarnos y chequear el horizonte de las artes plásticas.

En este sentido es elocuente la variedad de las piezas mostradas, así como su pluralidad y búsqueda de bondad, invitándonos a indagar los caminos del arte; más concretamente, la pintura. Observación inquietante y, sin embargo, esperanzadora, si no abrimos los oídos demasiado. En pocos periodos históricos se ha producido tal abanico de manifestaciones y mutaciones pictóricas, cuya lógica ha de llevar de suyo, una apertura cada vez más plural en cuanto a las poéticas y a soportes empleados. Sucede, esto sí, que es necesario acotar dimensiones de calidad para un mejor entendimiento de todo ello y, de modo muy especial, para evitar el todo vale, impuesto por el comercio de esta sociedad licuada, que desea impedir cualquier concepto de identidad que debería encontrar algún obstáculo de carácter reflexivo. Se trata de establecer filiaciones de calidades contrastables y capaces de vertebrar los diferentes espacios creativos que se dan cita en nuestros días en el entorno de las llamadas artes plásticas. Hablamos de un horizonte plural, contemplado dentro de un mapa cultural que no se convierta en isla y, claro es, despejado de esas dudas que por diferentes razones, ensombrecen el futuro de las artes plásticas si dejamos de contemplar su verdadera naturaleza visual. Está claro que es menester atisbar nuevos espacios de intervención profesional, paradójicamente, cada vez más dinámicos desde la propia variedad de sus soportes y, de otro lado, menos explícitos y definidos. Sin embargo, que esta gozosa y abundante pluralidad, paradójicamente contemplado como el orden de un desorden, se puede generar y genera zonas de opacidad soslayable mediante contrastes de los acabados, no siempre informados por una mirada profesional que determine y afirme, su verdadero lugar en el espacio plástico elegido por el creador en cuestión.

En cualquier caso, es deseable que los modos prevalezcan sobre las modas, no sin contemplar ciertas líneas de frontera entre los diferentes modos estéticos que, al margen de las denominaciones ahora utilizadas más o menos convencionalmente, no solo determinen periodos a manera de manual poco informado, sino que también deberían tender, cierto que con la apuesta por el rigor, a buscar nuevos espacios dedicados a precisar la denominación adecuada a cada momento y espacio hasta el punto de precisar, como ya comienza a suceder, los propios límites del museo.

La misma división entre arte moderno y contemporáneo no determina estilo ni precisa calidad en una obra de arte. Un artista como Lucian Freud es tan contemporáneo como David Cheney, dos pintores de veta anglosajona que, con la excepción del primero, fallecido en 2011, cultivan el retrato no solo como género, también como encargo. Ambos artistas mantienen la tradición y la mixtura de una manera de hacer que en España practica también Antonio López García, cuyas obras, me refiero a las de los tres plásticos mencionados, son tan modernas dentro del género aludido como abiertamente contemporáneas. A mi modo de ver, su contemporaneidad es palmaria; sin embargo, el tiempo no ha frenado la búsqueda de modos y calidades en cada una de las poéticas acotadas; en las tres maneras de hacer dentro de la pintura de caballete, así como en los materiales, que influyen en su proceso de acabado en lo que, en realidad, viene siendo desde tiempos ya muy lejanos, el corpus central de la pintura y que, de alguna manera, es enlazable con eso que, desde otra perspectiva, Immanuel Kant denominó “unidad semántica del saber y perfección lógica del conocimiento”.

Contemplado otro aspecto de las artes plásticas, otrora de tanta actualidad como ahora y por tanto tan moderno como el minimalismo más acónico, conviene registrar como hace escasos días Frank Stella, artista minimalista por excelencia, percibía un estancamiento en el citado estilo en paralelo con otras manifestaciones del mal llamado contemporáneo, afín a las maneras de hacer menos figurativas. Sin embargo, creo, esto no implica freno alguno en torno al territorio del arte que, como antes apuntaba, no ha cesado de ampliar su horizonte en la medida que lo hacen la ciencia y la tecnología, sin que esto modifique anteriores denominaciones más allá de lo permitido por el control del mercado que, parafraseando a Zigmunt Bauman, deja caer en el vacío el ser social víctima, claro es, de una ingenuidad aprendida.