Predicar en el desierto

21 feb 2018 / 09:04 H.

Nada más iniciarse la andadura deportiva del Real Jaén en la nueva temporada, apunté claramente que la plantilla estaba descompensada. Le faltaban, al menos, dos puestos base que cubrir para completar eso tan antiguo y tan elemental —quizás lo único que hay elemental en fútbol— que se llama columna vertebral. Había mimbres, pero faltaban esos detalles imprescindibles. Ni a Fernando Campos ni a David Valenciano le dieron tiempo ni oportunidad de rectificar. Vinieron los cambios, la convicción de profesionalizar y dar más empaque al proyecto y llegaron Rubén Andrés y Salva Ballesta. No hubo acierto, y ni uno ni otro supieron detectar las necesidades del plantel y no aportaron nada positivo. Paños calientes, ventosas baladíes que no curaron el mal. Ya hace tiempo de esto. Pues nada, predicar en el desierto, y nos hemos plantado en el último tercio de la Liga con el mismo lastre inicial y con las manos prácticamente atadas porque ya las soluciones hay que buscarlas dentro.

También hace tiempo que dije —hasta al propio presidente— que el mejor proyecto futbolístico, sin un buen equipo, no sirve para nada. Precisamente, la cuestión está en que lo más difícil de lograr en un club es el proyecto deportivo, algo que yo no me comprometería a hacer en la vida. A Tomás Membrado, un hombre dotado para el mundo empresarial, no había que exigirle que lo hiciera, pero tampoco encontró el cauce donde depositar su confianza. La dirección deportiva no funcionó desde el principio y, lo más lamentable, es que continúa sin hacerlo. Andrés Rodríguez, la mano derecha de Membrado, el de absoluta confianza del presidente, asumió la responsabilidad de ser el nexo de unión entre la gestión social y la futbolística con el club. Una persona honesta, asequible y activa, todo buena voluntad pero que no está aguerrido en el mundo futbolístico, donde tantas trampas y zancadillas se ponen.

Todo esto nos ha traído a la actualidad, cuyos problemas fundamentales son los mismos del principio. La falta de un equipo bien pertrechado. Ballesta parece perdido. Sigue sin conocer las posibilidades de su plantilla y no da su brazo a torcer. Mal asunto. Yo no veo necesaria su destitución, ya puede ser tarde. Pero sí se le podía pedir, e incluso exigir al técnico que reflexionara y se centrara en tratar de ver con mayor claridad. Todavía está a tiempo de evitar un borrón en su carrera como entrenador.