Políticos desnudos

05 may 2019 / 11:05 H.

El universo de la ficción televisiva nos depara actualmente dos miradas exhaustivamente crudas, descarnadas, hacia el mundo de la política: “Secretos de estado” y “Vota Juan”. Quizá en estos momentos en que, tras la fiesta de votos y urnas, nuestros ojos están escudriñando actuaciones y pronunciamientos, sean un espejo deformado pero inquietante en el que posar nuestros ojos de ciudadanos inquietos.

En ambas propuestas los políticos se muestran desnudos, sin ese halo con el que se revisten en campañas electorales, mítines, apariciones en los medios o imágenes periodísticas. Nuestra pequeña pantalla nos devuelve una clase política avariciosa, falsa, cicatera, arribista, falaz, trepa y embaucadora entre otras muchas “cualidades” que dibujan un perfil que ronda lo canalla.

En ningún momento del guión los políticos aparecen preocupados por los problemas de las gentes a quienes supuestamente representan. Más allá de jactanciosas proclamas, farisaicas arengas o tics más propios de charlatán de feria, los intereses de los protagonistas se regodean en narcisistas poses tendentes a su propia subsistencia, a medidas y puntuales actuaciones que les aseguren su ascensión dentro de sus partidos, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, o a procurar un colchón económico de futuro —y de presente— que les mantenga a salvo de los avatares de su “vocación de servicio”, dicho sea esto último con toda la ironía justa y necesaria.

¿Difiere mucho esa visión que de los políticos nos muestran las series de la realidad que intuimos? La respuesta es complicada. Nos debatimos entre la cándida creencia personal de que alguien, en lo más profundo, debe haber que se acerque a la política con buenas intenciones proyectadas hacia “el pueblo” y no solo para su provecho y entre la asentada convicción de que se llega a las poltronas con la mano extendida pero no para dar sino para recibir. La bíblica pregunta sobre los justos que permitirían a la ira divina perdonar a las impúdicas Sodoma y Gomorra se nos abre aquí con dolorosa actualidad. ¿Cuántos políticos honrados, serios, honestos, dignos, incorruptibles e íntegros podríamos encontrar en nuestras legiones de representantes públicos?

Si extrapolamos la ficción a nuestro día a día no tendríamos salvación posible. La desnuda realidad de esos pactos furtivos, propuestas con rédito inconfesable, alegatos disfrazados de mansedumbre vacía o capciosos manifiestos nos hacen dudar.

Los ciudadanos necesitamos sabernos representados por quienes así nos lo solicitan. Queremos que el guión de los capítulos que nos quedan por vivir nos muestre un horizonte nuevo y distinto con políticos que no se miren continuamente el ombligo. Nos va mucho en ello.