Política de gestos

28 may 2017 / 11:31 H.

Pensadores de entreguerras sostenían que la palabra era como el sacramento de la realidad. Hoy día, me atrevería a conjeturar que los gestos son parte del sacramento de la política, entendiendo por tales el pensamiento ideológico que se personifica y se exterioriza en iniciativas por cualquier expresión escrita o hablada. Somos extremadamente parcos con los gestos: o no los manifestamos, o los producimos de forma equívoca. Y resulta lamentable constatar que nunca, en la historia de nuestra reciente democracia fueron más necesarios, singularmente, en el conjunto de la izquierda e incluso en el del centro izquierda de España. La fragmentación es la secuela del virus que nos inocula la carencia de gestos o que éstos vayan errónea o inocuamente dirigidos. No me refiero sólo a la crisis de los Socialistas, que también, sino a Podemos respecto del que no se entiende cómo no ha realizado un gesto de reprobación o desacuerdo con la deriva totalitaria que sufre Venezuela. ¿Qué lealtad inconfesable oculta quien se ha postulado y se postula para conseguir la responsabilidad de Gobierno, en este país?. En otro sentido, la fagocitada Izquierda Unida: un equívoco gesto su alianza electoral. En Cataluña, los gestos ya no se contraen a la totalidad del viejo espíritu de Esquerra de Catalunya en la que las prioridades eran primero interés de la clase trabajadora, después nacionalismo. Y por último, el socialismo. En las últimas semanas, se han citado por prestigiosos analistas, la historia de desencuentros entre dirigentes del PSOE y sus gestos ideológicamente dispares. El más traído a colación ha sido el de las controversias de Largo Caballero con Indalecio Prieto en la segunda República.

En todo caso, vale a medias la cita como forma de encontrar sentido a los actuales desencuentros. Aquellos fueron gestos ideológicos, como lo fue la dimisión de Felipe González, cuando el congreso impuso el marxismo en la Ponencia Política. Estos que vivimos no son ideológicos sino estratégicos. No existen muchos argumentos para el optimismo, si se analizan los últimos gestos, como la enmienda a la ponencia-marco, que ha formulado el secretario general electo, en el sentido de que se declare un Estado plurinacional. No valen gestos oblicuos al nacionalismo catalán; no vale el bloqueo pretendido de la Secretaria General, escudándose en la militancia, como si esta no fuese compatible con la democracia representativa que también tiene su origen en la militancia, pudiendo una y otra conjugarse. Y así un largo etcétera. Para los delegados al congreso recomendaría leyesen el poemario de Félix Grande “Libro de Familia”. A mí me inquieta leer: “¿De dónde viene este/ por el pasillo a donde va, tatuado/ de reportajes y alucinaciones?”.