Pejigueras

16 ene 2019 / 10:04 H.

Cuando yo no tenía aún 10 años, fue mi prima Matilde, la mayor de una legión de primos por parte materna, la que sembró las primeras semillas en mi mente para que naciera y creciera en mí una vocación irrevocable por la ortografía. Mi prima Mati ya anda por los 94 años y aunque está entre nosotros su mente ya viaja divagando incansable por entre las nubes, alejada de la realidad mundana. Ni importa, para mí siempre será la primera piedra que forjó la base de mis ilusiones, y casi me atrevería a decir, que de mi futuro. Nunca podré decirle suficientemente lo que la quiero y lo agradecido que le estoy. El conocimiento de nuestra lengua que no tiene límites me ha ayudado muchísimo en mi vida laboral y personal. Y conste que conocer la lengua castellana tiene tela por la innumerable cantidad de acepciones que tiene y por lo cambiante que se muestra con el paso de las generaciones.

Ya apenas se utilizan en el argot popular para definir a ciertas personas y sus conductas palabras tan corrientes entonces como mandrias, esgalichao, narrias, ensonrible, esaborío, senagüillas, senapismo y otras por el estilo, algunas de las cuales se siguen encontrando en el diccionario español. Yo sí conozco la definición de todas ellas, y muchas más, porque corresponden a mi generación. Precisamente este tema me ha venido al caletre por un problema que sufro cada día cuando entro en internet, donde me encuentro con una cantidad tan enorme como insufrible de pejigueras, otra palabra olvidada. He confesado muchas veces que yo, del ordenador, sólo sé eso que se llama “sota, caballo y rey”, o sea, lo justo para hacer mi trabajo diario en Diario JAÉN y poco —muy poco— más. Pero cada día, cuando abro el ordenador, me encuentro con docenas de mensajes de otros tantos pejigueras que se empeñan en decirme banalidades, asuntos que a mí no me interesan, entre otras cosas porque tienen poco jugo, escaso contenido. No voy a tener más remedio que aprender más sobre esta pejiguera de las redes sociales para poder quitármela de encima. Ni yo los he llamado ni me hacen falta y me restan tiempo innecesariamente. Ya supongo que quienes se dedican a esto les sobrará mucho tiempo, pero les falta salsa, algo que pueda llamar mi atención y mi interés. Pero está visto que hasta que aprenda a desalojarlos de mi ordenador tendré que seguir aguantando a muchos pejigueras.