Payaso

28 nov 2018 / 09:20 H.

Lo aprendí cuando era un niño de muy poquitos años y ya sentía dentro de mí la necesidad de ser payaso. Esta vocación, este sentimiento, arraigaron tan fuerte en mi mente y en mi corazón que llegué a entender que ser payaso era una cosa muy seria, muy importante y muy difícil. Hacer sonreír a las gentes es algo muy hermoso, pero hacer felices a los niños es una de las cosas más grandes y reconfortantes del mundo. Por eso valoro y respeto tanto esa palabra, “payaso”, que demasiadas veces se toma en tono despectivo, para quitar seriedad o mérito a un acto o a una obra mal hechos.

No es la primera vez que debo expresarme en defensa del auténtico payaso, una profesión poco común si se ejerce con honestidad y limpieza. Por esa aún escondida vocación de ser payaso que llevo dentro, conocí a muchos payasos y hasta tuve amistad con más de uno de ellos. Pero no todos tuvieron esa auténtica dimensión, como la tuvo Pepe Carrasco “Popey” y José Vilar del Río “Tonetti”.

Vuelvo a este tema al escuchar a Dani Mateo, denunciado por sonarse la nariz en la bandera española en un programa televisivo, que dijo: “Estoy preocupado porque no entiendo que se lleve a un payaso ante un juez por hacer su trabajo”. No voy a ser yo quien juzgue la manera de entender el humor de Dani Mateo, entre otras cosas, porque apenas le he visto algunos minutos en la tele, pero por lo que visto, el humor de esta persona no es limpio, no es blanco, no es sano, como el de un auténtico payaso.

Su humor rebuscado es tóxico, ofensivo. No se debe menospreciar un símbolo sagrado para muchos españoles, como es la bandera nacional, en la que, además de sonarse la nariz, la llamó trapo que venden en los chinos. No, Dani Mateo no es payaso ¡Que más quisiera él! Yo no le veo categoría para serlo. Más bien parece un gracioso de los muchos que abundan por todas partes de los que se suele decir que son como la tonta María Ignacia, que de pura malafollá hacen gracia. El humor que busca ampararse en la libertad de expresión suele ser un humor áspero, buscando molestar o incluso rayando en la ofensa. Son humoristas oscuros que jamás podrán compararse con el humor blanco del payaso. Yo no quiero ningún castigo para estos humoristas, aunque ellos nos castiguen con su humor. Que sigan con sus métodos irrespetuosos y sus gracias de sal gorda. Con no verles ni escucharlos me conformo.