Pasión en vena

16 dic 2018 / 11:34 H.

Cuentan, con el aplauso convertido en homenaje, el recuerdo pincelado de nostalgia y la música en el corazón, que un grupo de amigos de Luis Eduardo Aute, al grito de “Ánimo, animal” han dibujado en el paisaje “junglas y jaurías, caníbales light y perros policías buscando espejismos lejos de las dunas”. Rosa León, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Ana Belén, Rozalén, Silvio Rodríguez, Suburbano, Dani Martín, Ismael Serrano, Pedro Guerra, Miguel Poveda, Massiel, Luis Pastor. Víctor Manuel o José Mercé, como “temiendo a la madrugada y sin saber qué estrellas son éstas que hieren como amenazas ni, acaso, por qué sangra la luna al filo de su guadaña”, llegaron “Al alba” entonando himnos sin más razón que la de las notas de “pasaba por aquí, ningún teléfono cerca y no lo pude resistir”. El alma de Aute, sus palabras, su arte, su literatura, transmutaron en canciones que, Sabina dixit, “vacunan cicatrices sosteniendo que uno y una suman tres, combatiendo a los profetas, aprendices de brujo que desprecian los matices y escupen las consignas con los pies”. La reunión, orgulloso modo de reconocer y animar a ese Aute aún no recuperado del todo de ese infarto que le mantuvo casi dos meses en coma, se fue hilvanando en torno a sus letras, a sus “poemigas” y a sus pinturas hasta que, en ese éxtasis del “no dejar para ayer lo de después”, los tambores de Calanda irrumpieron entre el ladrido tierno del “perro calandaluz”. Sones, notas, acordes, suspiros, entonados cerca de “las cuatro y diez” nos recordaron que “vivir es un accidente, un ejercicio de gozo y dolor. Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso...”. Alguien dijo que no hay muchas cosas mejores que las grandes canciones de Aute. ¡Será que le queremos!, entonó emocionada Ana Belén. “No te lo pienses dos veces, haz lo que te pida el alma, puede que cambie tu suerte... Mira que eres canalla” apuntaló Ismael Serrano mientras Luis Pastor susurraba que “No me hace falta la luna ni tan siquiera la espuma, me bastan solamente dos o tres segundos de ternura”.

Y esa ternura se fue maleando al cálido empuje de la noche ya que “sucede que entre la fe y la felonía, la herencia y la herejía, la jaula y la jauría, entre morir o matar prefiero, amor, amar”

Sin Aute, sin su sensualidad, hondura e integridad poética, todo es como “un bache, un revés, un agujero, un no sé qué me ocurre” y necesitamos mecernos de nuevo en su universo “más allá de los espejos”. Cuando “el alma está famélica”, cuando “tras la noche vendrá la noche más larga”, nos salva pensar que “decir Eduardo es fuego y pan y arena, decir Al Alba es llanto y todavía decir Aute es decir pasión en vena”.