Para la libertad, mis ojos y mis manos

29 ene 2017 / 11:07 H.

Para la libertad, sangro, lucho, pervivo; para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a mis cirujanos”. Cántico de Miguel Hernández, poeta único, trascendente e inmortal, que retoña con brío en Jaén ahora que se celebra el 75 Aniversario de su muerte, en la cárcel, con 31 años, firme en sus convicciones de igualdad de todos y para todos, fiel a sus ideas de libertad y fraternidad entre hermanos. A él se agarra cual clavo ardiendo el “señor Jota” en esta nueva temporada de Contracrónicas, la tercera, deseoso de quemarse en vida con semejante ejemplo de vida. De vida y de belleza, por sus versos; de belleza y de pundonor, por sus arrestos; de pundonor y sueños, porque nunca arrojó la toalla; de sueños y de gloria, porque solo mueren quienes son olvidados. Al “señor Jota” se le hace un nudo en la garganta cada vez que escucha a Serrat cantar los versos de Miguel Hernández.

“Para la libertad siento más corazones que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas...” y ahora que regresamos a tierras y reinos con banderías y las aleluyas llegan a mansalva para quienes dividen y separan, la música en verso de Miguel Hernández sabe a aire puro, a eso que no quieren quienes nos dominan, quienes nos marcan el camino de la obediencia debida, sí, la libertad. También en Jaén, triste pero certero. “Para la libertad me desprendo a balazos de los que han revolcado su estatua por el lodo. Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, de mi casa, de todo”. Así escribía Miguel Hernández en una apología permanente de hermandad, que para el “señor Jota” ahora mismo es la pomponería de aquellos a los que se les llena la boca de grandilocuencias libertarias en contraposición a sus hechos, currículum vacuos, si acaso transgénicos, que en privado se vanaglorian del frentismo o del conmigo o contra mí, la antítesis más cruenta del vivir y dejar vivir. También en Jaén, insoslayable pese al pesebrío adormecido por el Poder que canta y cuenta que vivimos en una oda de primavera eterna. “Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada”. A Miguel Hernández le llueven adeptos, cuando nunca hizo más que sumar, en su corta vida, sumar y versar la vida que le truncaban, sumar y soñar esa vida entre iguales, nunca nadie por encima, nunca nadie abajo, nunca nadie adepto, ni descerebrados hinchas, todo era muy distinto para quien casó en Quesada y fue cronista de guerra en Jaén. Ay, qué escribiría ahora el poeta, en qué se convertirían sus piedras lunares: Jaén la olvidada, Jaén la maltratada, Jaén la malquerida, Jaén la amante fiel y callada de tantos y tantos gobiernos... ¡Para la libertad, mis ojos y mis manos!, brama el “señor Jota”.