sabor a carmín

01 oct 2018 / 12:11 H.

Valoro mucho al hombre que calla y le da paso a la palabra femenina, no como acto de cortesía, sino como mera curiosidad y respeto. La mujer no lo tiene todo dicho, apenas estamos en el balbuceo, porque antes éramos mudas, no teníamos voz, así ha sido por los siglos de los siglos desde muy atrás. No quiero quejarme, está archisabida la postura femenina en la sociedad de éste nuestro globo terráqueo. Sus palabras no tenían peso alguno, eran poco menos que papel mojado. Aunque antes, mucho, mucho antes, en la noche de los tiempos siempre fue así. Y lo pudo ser por propia selección y convencimiento. No culpo al hombre del oscurantismo y el dispar sometimiento que sufrió por vida la mujer. La propia naturaleza lo estableció. Fue un simple acto de supervivencia. El hombre por su fuerza cazaba, se enfrentaba a las fieras. Ella, en la cueva amamantaba a su prole y cuidaba del fuego. Así, de la forma más simple, la mujer ligada a los sentimientos más nobles. El tiempo pasó y se rompieron amarras. La mujer se ilustró, se instruyó, tomó postura ante la vida y su voz brilló. Se equiparó al hombre en cultura, que era su talón de Aquiles. Ahora respira por sus propios poros. Es dueña de su futuro y de su vida; y es bueno que así sea.