Oro de ley

09 jul 2017 / 11:26 H.

A todos los que la presente vieren y entendieren. Sabed: Que... etcétera”. Con esta formulación magistral se encabezan las leyes que sanciona el Rey de España, nuestro monarca parlamentario. Saber, lo que se dice saber con fundamento, con conocimiento de causa, efectos y consecuencias, sabemos poco, sabemos bastante menos de lo que a veces aparentamos, o ingenuamente creemos saber. A lo más que alcanzamos la mayoría de los sometidos a ley, y tan solo a veces, es a leer la letra gorda, aquello que destacan los medios de comunicación como novedoso, el gobernante legislador como logro exitoso, el diputado opositor como fracaso normativo o institucional, y mientras tanto usted va obedeciendo artículos y disposiciones suministrados por vía intravenosa, o por vía rectal, que cuando menos resulta una tanto ingrata, a no ser que vos sienta un cariño especial por el poder legislativo de turno. Conoceremos otro tanto, pero nunca todo, y con mucha probabilidad de no responder a lo realmente legislado, por el rumor popular, las redes sociales, que son el boca a boca de toda la vida, el parlamento callejero que no obedece a encorsetamientos ni protocolos, que puede desdeñar, despreciar o incluso envidiar el poder, pero que sigue obedeciendo la ley hasta donde debe y puede, y que en definitiva solo va a responder a una ley natural, que no necesita sanción: no me toques el bolsillo, ni la sangre, ni a los que respiran cerca de mí, que en pocas palabras y resumiendo nos viene a decir sin más énfasis: no me agiten ustedes los testículos, que no estamos para cucamonas. En cuanto a la expresión vieren y entendieren se muestra como un tanto arcaica, como muy demodé, un adorno “vintage” como se dice ahora, y que si apuramos la sustancialidad de los verbos, se pudiera llegar a interpretar como que aquellos que padezcan invidencia o fueren cortos de entendederas están exentos de cumplir con el articulado. Pues no, por lo visto y entendido, existe un artículo en el Código Civil que nos advierte que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Amarra y ata. La ley, los jueces, los gobernados y los gobernantes formamos un entramado tan complejo y con tantas aristas que resulta imposible para cualquier humano ajustarse a un juicio justo. Con todos mis respetos a su majestad sancionadora y al prójimo sancionado, en este país donde resido, hemos visto no solo a los burros volar, sino también a los hipopótamos surcar los aires a velocidad ultrasónica. Lo vemos, pero no lo entendemos. Esto debe ser lo que llaman el realismo mágico. En definitiva, no es oro todo lo que reluce ni ley que reluzca como el oro.