Nuevos líderes, viejas formas

19 mar 2019 / 10:14 H.

N o somos capaces de considerar el tiempo que invertimos en transporte a diario. Es un tiempo que siempre nos permitió pensar, reflexionar, programar, imaginar, crear conciencia de las situaciones. En la actualidad pretendemos que sea rápido, un flash. La idea es no pensar en sus posibilidades. No soportamos estos momentos, son una perdida, están vacíos. No son productivos. Son tiempos muertos. La hiperactividad inmediata nos hacer sentirnos mal si no producimos. Reflexionar carece de valor. Ya no lo necesitas. Hay quien lo hace por ti y te lo ofrecen de un modo más accesible, más fácil y simple. Tú solo acepta las conclusiones que se te ofrecen. Sé inteligente, optimiza tu tiempo. Comenta lo que te comentan, tu identidad tiene que ser lo que te dicen que comentes. El objetivo es transmitir opinión, no la crees. Has de entender que reflexionar no es crear. No debes estar obsoleto, desfasado. Es la realidad del Smartphone, de la App. La cultura de los auriculares. Transmiten la voz, la letra, el mensaje que interpreta lo que ven tus ojos, es un atajo para el pensamiento, solo te queda almacenar en tu memoria y reproducir. Es el sentido de la vida vincularte a un mensaje, sin este estás aislado. El aislamiento es la muerte social. Es nuestra nueva identidad entendible desde los argumentos de Umberto Eco, identidad hoy es la construcción de un enemigo. Tener un enemigo es importante para definir nuestra identidad, justifica nuestro modo de pensar, No nos visualizamos como comunidad porque no tenemos espacios físicos comunes, sin estos no hay modo de construir una identidad en la que nos reconocemos como parte del otro. Nuestra percepción es que somos un colectivo resultado de una suma de personas porque las estadísticas y los grandes números de las audiencias nos hacen pensar que somos muchos, aunque no tengamos claro la dimensión de los datos. Los amigos están en nuestro canal, emisora, nuestros auriculares, e l medio que refuerza las ideas previas. Es la tribu, mi identidad. Aquí no hay líderes, hay “influencers”. Les damos valor porque poseen lo que deseamos, obtener notoriedad. Da igual lo que seas o cómo seas, el valor está en el número “likes”. Son “influencers” porque salen en los medios, tienen seguidores. Su valía como persona es cuantificable. Su objetivo es opinar y no la acción. Pertenecen a la cultura de la imagen, representan un guión. Los partidos han elegido a nuestros futuros representantes, no por ser los mejores, sino lo más visibles. Son los fichajes estrella. Es un modo más sutil de demagogia y populismo, de seducir mediante aquellas personas cuya imagen representa lo que tu deseas oír. Los sigo porque afirman mis expectativas. Qué sentido tiene formar parte de un partido si tus decisiones no tienen valor, si se instrumentalizan e usan como munición en una guerra de guerrillas por los líderes para teatralizar su poder. ¿Ser militante como decorado para los veinte segundos del corte en el noticiario? ¿Para “retwitear” o pulsar el botón del “like”? No afirmen que la democracia participativa y la libertad de derechos de las personas se expresaran en las jornadas electorales próximas sino son capaces de articularlos en sus organizaciones. Es la política como espectáculo. Es la dictadura y la mordaza desde el miedo de quienes forman parte y militan en los partidos vistos como el enemigo que está dentro. La vieja política.