Nuestro turno

03 dic 2018 / 09:14 H.

Desde el pasado 16 de noviembre, día en el que arrancaba la campaña electoral en Andalucía, hasta el día de hoy, en el que conocemos los resultados tras un escrutinio que finalizaba hace tan solo escasas horas con el recuento definitivo de los votos, se han sucedido en innumerables ocasiones las escenas en las que los diferentes responsables y líderes políticos de los partidos que han concurrido a las elecciones se han dirigido a los 6.541.722 andaluces con derecho, para pedirnos el voto.

Lo han pedido por activa y por pasiva.

En los resultados de participación uno encuentra los indicadores que habrán de mostrar a los estrategas de campaña, si las acciones acometidas para conseguir sensibilizar a los andaluces de la importancia de manifestarse a través de las urnas, han sido o no adecuadas. Si bien, esta llamada a la acción se concentra en aproximadamente un par de semanas antes de la fecha de las elecciones, no es menos cierto que, a día de hoy la tecnología, Internet y la diversificación de medios y canales a través de los cuales al ciudadano le llegan mensajes políticos, ha hecho que tengamos la sensación de estar permanentemente en campaña electoral. Esa sensación lleva en numerosos casos al hastío, a un cansancio de escuchar, ver y sentir lo mismo más veces de lo que sería recomendable para tratar de evitar la desafección que irremediablemente conduce a la pérdida de interés y al abandono, de algo tan importante como es el ejercer un derecho y el cumplir un deber, ya que al votar, los ciudadanos contribuimos de manera decisiva a la consecución de objetivos transcendentales que deben sustentar el bien común.

Y puestos a pedir... es a partir de hoy cuando nos toca a nosotros los ciudadanos, con independencia de la opción política elegida, pedir algunas cuestiones que deben ser esenciales. Y para el que suscribe, la principal cuestión que debe ser exigida a un representante público es que tenga y muestre talante ético. Por encima de los conocimientos, las habilidades y la actitud; criterios que debieran ser requeridos para poder desempeñar la responsabilidad y ejercer el cargo, y que en mi modesta opinión brillan por su ausencia en un alto porcentaje de los políticos españoles (error del sistema por el que se accede a la profesión); insisto en que por encima de estos, debe ser exigido ese talante ético, que va mucho más allá del famoso concepto de “talante” que en su día acuñó un expresidente del gobierno y que hacía referencia a una forma de dirección, a una manera de ejecutar las cosas y que vendría a coincidir con el estilo. Al hablar de talante ético, trato de hacer referencia a la calidad moral de un político manifestada en sus disposiciones para la acción. Y este tipo de talante depende de las virtudes personales, que son las que consiguen que el político esté pendiente de sus responsabilidades morales e intente actuar y comportarse de forma ética.

No se trata de abundar filosóficamente en los criterios de la moral, sino de tener claro que en el proceso de toma de decisiones al que inevitablemente se enfrentan estos directivos públicos, uno siempre va a decir y hacer las cosas dentro del prisma y el peso de lo que uno es. Y precisamente por este motivo, es por el que debemos como ciudadanos ser exigentes con los criterios de justicia, templanza, fortaleza y prudencia que deben guiar las acciones de nuestros representantes.

Porque estas virtudes humanas necesarias para la tarea directiva no son distintas de las que se requieren para otras profesiones y para la vida ordinaria. Así pues, si nosotros en nuestra actividad profesional y en nuestra convivencia cotidiana tenemos la obligación de ser y mostrarnos éticos, para los que desde hoy van a estar en la responsabilidad de atender los intereses de Andalucía, es ésta una cuestión obligatoria ya que sin un serio compromiso de dar ejemplo y fomentar la ética, el gobierno es irrelevante.

Así pues, a partir de hoy es cuando nos toca a nosotros pedir.