No sé si él me
mira de soslayo

27 mar 2019 / 11:21 H.

Salgo a tender la ropa y se me olvida que siempre veo un vecino. No sé si él me mira de soslayo. Está sentado de espaldas a mí. Mi terraza está enfrente de la suya. Imagino que fue marinero. Que echa de menos el mar, de ahí su mirada hundida. Me gusta tender la ropa porque siento que me voy conociendo un poquito más. Mis brazos en mis jerséis de invierno. Mis pies disfrazados con calcetines de colores para caminos grises. Caen de los bolsillos de mis pantalones: Un pañuelo de lágrimas escondidas, diez céntimos y un papel escrito con la lista de la compra, la hora de la peluquería y una frase para un relato. Tiendo mis sábanas repletas de sueños y mis contradicciones: Vaqueros de marca y camisetas con dibujos a favor de la paz. La ropa pesa. Se deja sostener en las pinzas y, por horas, será mi bandera de colores o aquellas velas que necesito para navegar. Por la tarde, recojo la ropa y no me acuerdo que mi vecino sigue allí, no sé si él me mira de soslayo. Imagino que es astrónomo y que tan solo quiere ver cómo empieza la noche. A veces salgo a tender de noche y se me olvida que está ahí mi vecino, no sé si él me mira de soslayo. Imagino que es alquimista y que echa de menos no encontrar respuesta a la búsqueda de su inmortalidad.