No juzgues: Ver es no creer

11 abr 2018 / 09:21 H.

No hace muchos días, en este mes de abril, se celebró el Día Mundial de la Concienciación del Autismo. Como madre de un hijo que tiene “TEA” –Trastorno del Espectro Autista–, con inteligencia mental límite, no solamente lucho contra los desafíos que el Trastorno del Espectro Autista planeta; a veces también lucho para tratar de convencer a la gente de que mi hijo, de hecho, tiene TEA. Y esos comportamientos que están viendo en él, se manifiestan a partir de padecer ese trastorno. Hoy me he decidido a hablar sobre esto último. Aquellos que parecen ser capaces, pero no lo son, a menudo, pueden confundir y decepcionar a aquellos que han puesto en ellos esas altas expectativas e ideas preconcebidas. “Bueno, parece o parece perfectamente capaz, ¿cuál es el problema?” Lo que usted y yo damos por sentado al aplicar nuestras habilidades dondequiera que vayamos y en diversos entornos, suele ser un desafío para las personas con “TEA”; ellas tienen dificultades para utilizar una habilidad en este entorno y luego usarla o aplicarla en otro lugar. De hecho, es su vida lo que es difícil. Están haciendo todo lo posible para navegar en lo que perciben como un mundo caótico, lleno de reglas sociales que no comprenden del todo o en saber por qué es tan importante seguirlas. Aún más sorprendente es que el comportamiento que están viendo es en realidad una forma de comunicación. Puede que no sea la manera más adecuada de comunicación, pero es una comunicación de lo que está sucediendo en “su” mundo. Es desafortunado que las personas, a menudo, juzguen a los demás por lo que ven y concluyan que una persona puede o no hacer algo debido a su apariencia o su nivel de coeficiente de inteligencia.

Pregúntele a cualquiera de mis amigos que son padres de niños con autismo “visible” cuán igualmente frustrante es cuando sus hijos son juzgados por su apariencia de no poder cuando son perfectamente capaces. No es más fácil cuando puedes “ver” la discapacidad. Los obstáculos están todos allí. Todo se reduce a un caso de lo que yo llamo: “Ver es no creer y creer es no ver”.