Niños adultos

11 mar 2018 / 11:10 H.

Qué nos está pasando? ¿Cómo es posible que se produzcan cada vez más violaciones o intentos de violación? ¿A qué se debe que los agresores tengan progresivamente menos edad? Alguna tecla de esta sociedad en que vivimos debe haber sido pulsada mal o, quizá, a destiempo.

Las causas son, obviamente, complejas. Existe una tendencia cada vez más acusada a ir acortando tiempos en cuanto al desarrollo social y, por tanto, sexual de los niños y niñas. Decir que existe una hipersexualización de nuestros hijos no es faltar a la verdad. Desde la publicidad, los medios e incluso en espacios más cercanos, a las niñas se las va transformando en mujeres de forma casi sibilina. Maquillajes, vestidos o peinados tienden a reproducir el universo adulto con la perversa circunstancia de que el modelo que se ofrece está basado en una falta de auténticos valores. La imagen prima por encima de todo. Se insufla la malsana idea de que solo con unos cánones determinados de belleza serán “aceptadas” por el entorno y eso crea absolutas distorsiones en el crecimiento natural y en la maduración como personas.

Y no solo son las niñas las que caen en esta vorágine. Los niños están rodeados de estímulos que no hacen sino afianzar su “poder” como hombres y sobre las mujeres. Tanto unos como otros, desde una edad poco adecuada, están inmersos en ambientes que se dan como normales siendo, por el contrario, auténticos laberintos de los que no podrán salir sin ayuda. El acceso indiscriminado a bebidas alcohólicas, drogas, redes sociales o contenidos para adultos, por poner ejemplos fácilmente reconocibles, dan como resultado comportamientos alejados del rango que se supone a estas edades. La adolescencia parece comenzar mucho antes y la infancia se reduce proporcionalmente con lo que no siempre la persona —en fase de formación— tiene las claves que le permitan hacer suyo ese progreso, ese bombardeo sobre cómo debe ser y comportarse.

No olvidemos, además, el miedo de los padres a la rebelión que podrían mostrar sus hijos si se muestran menos permisivos o no les permiten determinados comportamientos. Esa “dictadura de los hijos” ha sustituido a la relación paterno-filial de otras épocas. Padres que se ven incapaces de lidiar con sus hijos desde edades incomprensiblemente tempranas son carne habitual de consultas psicológicas mientras esos niños-adolescentes siguen creciendo sin el efectivo control de su familia, sin el modelo adecuado, sin la guía necesaria. Insisto. Algo hemos hecho mal. Y no parece que estemos en el camino de repararlo. Nuestros niños y niñas merecen un horizonte en el que poder desarrollarse con una mentalidad sana y un futuro acorde a sus potencialidades. En nuestras manos está.