Nada ejemplarizante

23 feb 2017 / 12:16 H.

Cercano ya el 8 de marzo, Día de la Mujer aquí y en los países de nuestro entorno, o mejor dicho de nuestra cultura, se vienen llevando a cabo los trabajos para hacer que esa fecha cale más y más en la sociedad. Para que le pongamos cara a tantas y tantas mujeres que han luchado y luchan por la igualdad, porque en los “asuntos de mujer”: O se avanza, o se retrocede. No hay término medio. Aprovechamos esa festividad para celebrar los logros obtenidos poco a poco y con gran esfuerzo. Sobrevivimos a pesar del desdén de muchos y muchas que aún consideran “que las mujeres ya hemos avanzado demasiado”. Sí los hay. Sí, las hay. Es grave comprobar que a pesar de tantos esfuerzos individuales y colectivos, y por supuesto del apoyo de las instituciones, la violencia contra la mujer sigue ahí, repitiéndose sin tregua. Cada vez más morbosa e iracunda, que no cesa. Se ha convertido en noticia diaria y ya no sorprende porque se cuenta con ella. Esa violencia se ha hecho un lugar en nuestra sociedad y se ha encallado. Está claro que una parte no sé si grande o pequeña aquí en nuestros pueblos, en nuestras ciudades, en los lugares más recónditos y apartados, rechaza la igualdad de la mujer. La mayoría son hombres, pero también hay un buen puñado de mujeres que piensan que han de estar con la pata quebrada. En casa ya no tanto, somos un país moderno y de paso las mujeres con nuestro trabajo en la calle aportamos también a la familia. La doble jornada laboral es interesante y a tener en cuenta, pero “la pata quebrada”. En estos días estamos viendo cómo ha de ser y comportarse una mujer. Amante de su esposo y de sus hijos, dedicada a la familia, moderna, porque ejerce su profesión y ausente de la economía familiar, que para ello ya está el varón, su amado esposo. Hemos conocido una “nada ejemplarizante sentencia” de una nada ejemplarizante mujer, y asistimos sobre todo un demoledor juicio social contra la Infanta, cuyo pecado ha sido comportarse de la manera más arcaica y tradicional que se propugna por gran parte de esa sociedad española que considera que ese es el papel que ha de tener, manteniéndose al margen de los asuntos de negocios, que han de quedar en mano de los hombres, “como así debe de ser”. “No sabía”, “no sé”,” no recuerdo” Ella simplemente vivía y se ocupaba de la familia, como no podía ser de otra manera. Una buena parte de mujeres viven complacidas y felices en “esa feliz ignorancia” propia de las personas que asumen el orden establecido, y lo que es más, muchas viven anhelando ese tipo de vida, aún a riesgo de que se las llame ignorantes. La igualdad, el feminismo, la reivindicación, la protesta, la manifestación, la denuncia. Ese tipo de cosas no va con esa clase de mujer, pero son ellas también las destinatarias de los logros sociales que se obtienen, lo son también de todas y cada una de las medidas que se adoptan en pro de la igualdad. Son beneficiarias también del respeto y consideración que el género femenino ha logrado, aunque aún no se den cuenta, aunque aún miren con desdén a los miles de ellas que levantan su voz exigiendo derechos y denunciando atropellos. Sí importa.