Más democracia

03 nov 2017 / 10:19 H.

De los últimos acontecimientos podría quedarme con todo lo malo. Podría quedarme con el despertar y resurgir de la caverna. No hay conciencia en España y Cataluña de que sus derechas son equivalentes políticamente a las ultraderechas de cualquier país europeo. Ese es el motivo de que no exista la ultraderecha ya que está muy bien representada por un amplio número de sus dirigentes. No quiero quedarme con una ley electoral en Cataluña y España diseñada en nuestra inmodélica Transición para mantener el status quo. La mayoría de los catalanes no votó por la independencia ni por los partidos independentistas, su mayoría en el Parlament no se corresponde con la realidad de la mayoría de votos, es el mismo sesgo de una ley electoral que repite la situación en toda España. Toda la población de nuestro país sabe que el Sr. Puigdemont nunca ha tenido ningún mandato popular para declarar la independencia, pero también sabemos que la cámara legislativa, el Senado, que aprobó la aplicación del artículo 155 de la Constitución, es fruto de un sistema electoral donde un partido como el PP que en las últimas elecciones consiguió un 29,96 de votos consiguió en esta cámara una mayoría absoluta del 62,5% de los escaños. El dato es curioso ya que representa más del doble del resultado electoral. La derecha catalana independentista y la derecha nacionalista española han llevado a Cataluña a la pérdida total de su autonomía y a la pérdida de derechos que había conseguido. Lo peor es contemplar la involución que se está promocionando a lo largo de todo el país y ver que tanto para unos como otros era muy fácil ver y prevenir lo que ocurriría. Ambas fuerzas ya han acaparado electoralmente todo lo que han podido hasta ahora. Tampoco quiero quedarme con la destitución de todo el gobierno de Junt Pel Sí y ver cómo la Generalitat ha pasado a ser gobernada por un gobierno de un partido que tiene un apoyo electoral en Cataluña del 8% del electorado. No quiero quedarme con el recuerdo de aquel Estatut que fue aprobado por el Parlament de Catalunya, más tarde modificado y aprobado por las Cortes Españolas y después por el pueblo catalán en el referéndum. No me quedo con el recuerdo de ver como todas las decisiones tomadas por esas distintas soberanías fueron completamente ninguneadas e ignoradas, entre otros motivos por intereses partidistas. Hay que recordarle a las derechas e izquierdas españolas, cuando eluden responsabilidades propias y del Estado Español diciendo que todo se debe a las políticas educativas e informativas de los gobiernos catalanes, que desde el rechazo del Estatut el independentismo y su desarrollo se ha reproducido de una manera muy rápida.

El resumen de todo aquello con lo que no quiero quedarme es que se ha dividido a la sociedad entre dos extremos, se la ha llevado hacia los polos opuestos entre los defensores de eso que llaman la unidad nacional y el independentismo, se ha llevado al extremo el tema nacionalista y se ha tratado de debilitar a las fuerzas democráticas y progresistas y sobre todo a la izquierda para allanar una vez más el camino a las políticas neoliberales que van de la mano en ambos polos. Es curioso cómo, tanto la derecha en Cataluña como en España, han convertido en idénticos e intercambiables términos como los de independentismo o soberanismo. Han monopolizado y confundido el derecho a decidir con la secesión de Cataluña del resto de España, han tratado de limitar todas las alternativas posibles a dos solamente. Un independentista es soberanista, pero no todo soberanista es independentista. Y la realidad es que la mayoría de los catalanes son soberanistas, pero no son independentistas.

Me quedo con la idea que ha llegado a todo ciudadano de que la lucha por el derecho a decidir era también una lucha para transformar España. Me quedo con aquellos que quieren una profunda transformación democrática en Cataluña y en España, aquellos que ponen como punto de partida la resolución de la gran crisis social como inicio y centro de la lucha, con aquellos que saben que otro país es posible, plurinacional y republicano.