Más Cataluña

    24 may 2019 / 13:00 H.

    Cataluña ha entrado, de otra manera a la que estuvo ETA, en la zona de conflicto político. En ambos casos lo común reside en la palabra conflicto. Uno más sangriento y violento que el otro, que es más ladino y constante, socavando —sin alzar la voz— los fundamentos del funcionamiento normal democrático. Los presos políticos, el exilio de otros, el veto a Iceta, los desplantes institucionales a la Monarquía, etcétera, son muestras continuadas de la política de acoso y derribo de nuestras bases democráticas. Los políticos independentistas saben que por vía pacífica no van a conseguir lo que se proponen; por eso optan por lo contrario, por socavar los fundamentos políticos de nuestro Estado. La élite independentista cree que el poder y la autoridad pertenecen a un grupo restringido de personas, ellos, y solo son merecedores de atención aquellos que comparten su ideología. El único sufragio que admiten es aquel que apuesta por ellos, aunque estén fraccionados en grupos. La lucha entre los grupos de la élite es lo normal. Los otros son los enemigos y a estos, ni agua. No gobiernan para todos, sino para los suyos y lo que prima es la ideología. Una imagen muy penosa de Cataluña, pero es la que dan.