Mala suerte

    27 abr 2020 / 16:28 H.
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    Viernes trece de marzo, ves un gato negro en la valla del Colegio. Comienza tu día lectivo con cierto desasosiego. Mientras esperas las ansiadas instrucciones de tu Consejería, intentas seguir trabajando con una comedida tranquilidad, entre tanto sigues introduciendo matrículas en el sistema. Recreo y aún sin directrices; sacas un café de la Sala del Profesorado, se vierte el contenido del azucarero sobre la mesa y el vaso. “Al menos no era un bote de sal” —piensas—. Suena el crudo crujir de un cristal en suelo. La corriente de viento precipitó el cierre de la puerta del baño del profesorado y el espejo se descolgó. “Dicen que son siete años, ¿no?” Augura tu mente. Son las dos de la tarde, suena la sirena, y a la salida evitas pasar por debajo de las escaleras de Mauricio, el de mantenimiento. “Bastante mala suerte acumulada llevo ya”; aunque tu conjetura sobre mal agüero vendría al leer las ansiadas instrucciones, para no decir mucho más, que aquello tan socorrido de que todo lo dejaban al criterio de los Colegios, incluso el hecho de mantener abierto el Centro y no quedaba muy claro si la asistencia del profesorado; te sientes triste y olvidado. La fortuna no se ha acordado de los maestros, pero nuestra Administración parece que tampoco.

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