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24 oct 2017 / 10:24 H.

Significa: “Populismo de gentes que aceptan las reglas dominantes de la modernidad”. Pero cuando el sistema se ha descompuesto y se desploma como un gigante con pies de barro, solo queda pedir talento y suerte para que el viaje a ninguna parte no se oponga a nuestro deseo ferviente de viajar aunque sea con la imaginación. Vuelvo de mis deseos a la realidad y sin ánimo de interpretar nada en beneficio propio, me planto ante las ocasiones en las que se da la imposibilidad de que el conjunto de nuestros valores particulares equivalga a la suma de cada uno de los valores que se precisan para vivir en sociedad. Con qué facilidad se nos encuadra dentro de un sistema social previamente diseñado, por ejemplo, Aporofobia: Rechazo al pobre. Palabra creada para definir a ese ejército de jóvenes con un nivel de educación razonable, que se ofrecen a realizar la labor que sea para no verse en la coyuntura de engrosar la mísera bolsa aporofóbica. Estos jóvenes advierten que no son formas de ganarse la vida en un mercado laboral sobrevalorado porque ni siquiera da para llegar a final de mes, lo estiman altamente desequilibrado pues juega a favor de un empresariado despiadado que se parapeta tras una normativa hecha a su medida. Son jóvenes, y como jóvenes que son, no quieren acogerse a programas asistenciales que se nutren de muchos ciudadanos que están en su misma situación. No desean entender a quienes dicen que luchan por ellos desde una falsa autoridad moral; quizá les desmoraliza la vida confortable de aquellos a los que no les interesa conocer la noticia de que su maldito destino va a peor cada día. Y corren que se las pelan en busca de información y la oportunidad necesaria para encontrar lo que de veras les cambiaría la vida. Entre tanto, los políticos se dispersan desarrollando propuestas ya propuestas, sobre cosas ya debatidas que solo necesitarían ascenderlas a cosas dignas. Viven con miedo y les da vértigo este final de historia en la que nadie sabe cómo resolver un tema tan crucial para el desarrollo de una sociedad más igualitaria. Se juegan mucho, estos jóvenes agradecidos a cualquier iniciativa que les saque del atolladero en el que están metidos, saben que no es fácil y saben que tienen que tener paciencia mientras la vida les recuerda cada día que esta realidad nada tiene que ver con aquella que un día soñaron. Han tomado conciencia de que tienen que dedicarle su tiempo y esfuerzo a buscar una solución para salir de un ambiente que degrada por deshonroso a quienes lo han provocado. Hasta qué punto están obligados los jóvenes convivir en un sistema que se defiende de la obligación de variar su privilegiada situación para dar respuesta a una situación que podría condicionar su propio bienestar. Existe gente a la que no le conviene analizar aspectos de cuestiones que no está en su ADN resolver. Resulta ridículo pensar que alguien que solo entienda de egoísmos, pueda solucionar las causas justas de otros, por muy ciudadanos honorables que sean. Debatir sobre el trabajo y el futuro de los jóvenes, que para mí es prioritario, se me antoja utópico. El destino errático de cada joven, quedará grabado en la conciencia de esa gente que viendo la forma en que muchos sobreviven en estos tiempos duros, le conceden a su supervivencia, el impudoroso cartel de pesada carga.