“El Jibao”

23 jul 2018 / 08:23 H.

Es una gozada impagable recordar aquellos numerosos cines de verano, oiga, más de diez, y esto me ocurre porque suelo comer rabillos de pasa que, además de baratos, memoriza los ayeres de mi juventud, ya no tan lozana porque los años no pasan en balde. Aquellas películas, todo hay que decirlo, tenían más cortes que el trapillo de un afilador, divertían por tan solo unas pesetillas rubias con las que se hacían anillos para los dedos, a un precio asequible a todos los bolsillos. Cuando estos cortes del celuloide se pasaban de rosca, unas veces debidos a la vetustez de la cinta, y otra porque para la censura eso de que se besaran a pleno morro él y ella, no era conveniente para la cándida infancia, pagaba el pato de todas las iras el hombre con la cabeza inclinada hacia el hombro popularmente conocido como “El Jibao”, o sea Luis Peña, un gran profesional de la proyección cinematográfica, un gran hombre que aguantaba carros y carretas de aquel público que cuando se le soltaba la lengua no dejaba títere con cabeza. Eso. Te llevabas un bocata de sardinas en escabeche, le echabas un largo trago al botijo y a vivir, que la vida eran cuatro días y la mitad de ellos, pochos. Qué tiempo, madre mía.