Los milagros escasean

28 sep 2016 / 17:30 H.

Cualquier abonado del Real Jaén está en su derecho de manifestar sus opiniones sobre su equipo. Y si no le gusta lo que ve, pues puede decirlo con legitimidad. Hasta ahí no hay nada que objetar. Sin embargo, antes de dar una opinión demasiado contundente se debe pensar en el camino que se ha tenido que recorrer para que el equipo jiennense pueda estar en competición oficial. Esta realidad se debe a un milagro hecho efectivo por un reducido grupo de personas que han luchado sin tregua ni desmayo para conseguirlo. El Real Jaén estaba en coma, yo diría que más muerto que Lázaro, y estos hombres abnegados y leales a los colores blancos consiguieron que se levantara. Es verdad que el equipo no corre lo suficiente, pero al menos el club anda, que no es poco. Antes de dar una opinión concluyente, hay que pensar también que estos hombres se encontraron con una situación económica agónica y con todas las puertas precintadas, sin apenas una pequeña abertura con posibilidad de salida. ¿Es que hay algún aficionado que dude de que Higinio Vilches y Juan Carlos Hidalgo no saben qué cosa es un club y qué cosa es un equipo de fútbol? Pero se encontraron con deudas, las arcas vacías y una buena parte de la plantilla anterior blindada por contratos que había que respetar y cumplir porque, por falta de dinero, no se podía negociar la salida de más de uno que sabíamos todos que no iba a dar la medida. Rafael Teruel actuó de rey mago con más de uno, incluyendo a Ramón Tejada y eso restó libertad de acción a los nuevos rectores, que hubieron de tragar ruedas de molino.

Es obligado resaltar que los aficionados supieron responder, no en la medida deseada e indispensable para poder hacer un proyecto real que no esté basado en un milagro —los milagros no se compran en el mercadillo— pero suficiente para que el Real Jaén estuviera presente en la Liga. Y aquí está el club y aquí está el equipo. Un equipo que a mí tampoco me gusta, pero que entiendo que, de momento, los receptores no tienen soluciones inmediatas para intentar mejorarlo. Ese intento debe ser de todos, apoyando, colaborando, animando y comprometiendo a amigos y conocidos a que se sumen para empujar el carro y mantenerlo en una situación digna que abrigue la esperanza de que, llegado su momento, puedan llegar las soluciones.