Los “Illuminati” del nordeste

28 ene 2018 / 11:41 H.

Cualquier lector de best sellers sabe de la ¿ficticia? existencia de los “Illuminati”, ese grupo que maniobra en la oscuridad para controlar las instituciones y forzar la percepción de la masa popular a favor de su mantenimiento en el poder.

Los modernos Illuminati son, generalmente, políticos mediocres, cegados por falacias que llegan a creerse en el mejor de los casos o que mantienen a sabiendas de su manipulada malicia en el peor escenario posible. Ellos, y solo ellos, se proponen como garantes de la consecución de nuevos escenarios utópicamente soñados en los que la sociedad, a la que han convencido de vivir bajo una opresión humillante, se transformará en un paraíso próspero y dichoso.

Para imbuir a la ciudadanía de sus ideas no dudan en falsificar la historia, adulterar con premeditación la situación política o llevar a todo un país hacia el incierto despeñadero al que lo abocan sus delirios circenses. Los illuminati modernos se consideran mesías, redentores de opresiones amañadas, seductores de irresistible verbo y acción. Afirman sin rubor que el Estado, las leyes, el poder y la democracia son ellos y solamente ellos cuando, en realidad, se nutren de frívolas propuestas, corruptas actuaciones sin escrúpulos e incluso del engaño flagrante y la prestidigitación farisea. Para los illuminati la gente tiende a ser ignorante. Las masas son dóciles al engaño y fáciles para la manipulación.

Nuestro nordeste, esa porción de tierras catalanas convulsas por la presencia en el poder —democráticamente alcanzado, por supuesto— de un grupo de renovados illuminati, se retuerce de dolor frente a una fractura conscientemente provocada. La sociedad, lastrada por años de falacias alimentadas incluso desde las más tiernas edades, se enfrenta en dos mitades que se miran con desconfianza en lugar de utilizar la fricción para construir un horizonte común basado en la sensatez. Se amamanta el desgarro frente al acuerdo, el cisma frente a la avenencia, el desafuero frente a la armonía.

Los políticos se enrocan en un populismo ciego en aras de su único objetivo secesionista sin reconocer sus efectos reales: una economía dolorida, fuga de empresas, salida de Europa, caída del turismo y de los mercados, rebaja de las previsiones de crecimiento, etcétera. Todo sea, afirman envueltos en esteladas, por el procés, por la Arcadia feliz, por una supuesta Cataluña sin ataduras.

Los illuminati no dudan en huir para no ser encarcelados o de abominar de sus creencias para intentar salir de prisión en un escenario esperpéntico mientras las gentes de a pie intentan restañar heridas y cerrar frustraciones. Ojalá lo consigan y los illuminati del nordeste pasen a ser una página olvidada de la historia.