Llanto por
un poeta

30 mar 2017 / 11:26 H.

Si un poeta muere, muchas almas sensibles llevan su luto en el pecho. Si un poeta canta al amor, nace la primavera. Si un poeta llora, se nos escapan suspiros plañideros. Cuando todos los poetas del mundo lanzan un “te quiero” de esperanzas mil, todos los hombres y mujeres del universo sueñan con ese sentimiento idílico que nos atrapa y une para siempre, sin ponerles nombre alguno, porque hasta miedo da empañarlo. ¿El amor duele o lastima? Preguntó una niña. ¿El amor escuece? Quiso saber otra. ¿El amor termina? Dijo un mozalbete. ¿Es verdad que el amor existe, que está ahí, al acecho y nunca acaba? Inquirieron muchos. Preguntas viejas como el mismo aire, viejas como el canto de los pájaros en primavera, quizás porque los pajarillos también se enamoran. Los poetas nunca mueren, su voz desgrana verso a verso todos los colores y dolores de la existencia humana. Laten como el mismo pulso esos 75 años de la muerte de Miguel Hernández en la cárcel; tuberculoso y joven, como árbol herido por el rayo. El poeta que cantó a estas tierras como nadie y continúa preguntando a los olivareros altivos. ¿Jaén quien levanta a tus olivos?