Las perspectivas económicas que siempre viajan en tren. El ferrocarril

13 ene 2018 / 10:56 H.

Soy de los que mantiene que no fue casual que en 1968 se abandonaran definitivamente las obras del ferrocarril de Linares Baeza a Utiel. Si analizamos con perspectiva esa década observaremos cómo el desarrollo de Cataluña, Madrid y el País Vasco dependía de la afluencia de mano de obra barata proveniente del Sur. Andalucía y el Oriente andaluz, sobre todo, eran una ganga para las fábricas y empresas. Y en esa migración enorme Jaén jugaba un papel esencial, nuestros antepasados eran muy apreciados por su capacidad de trabajo y su nula reivindicación por duras que fueran las condiciones del trabajo. Conviene no olvidar que aquí la miseria era tan grande que por malas que fuesen las circunstancias, a un jiennense cobrar un jornal medio regulado le sabía a gloria. De haber seguido las obras de ese ferrocarril, hubiese llegado el progreso a la provincia, el tren siempre trajo y traerá buenas perspectivas socio económicas con el gran añadido de anclar la población en el entorno rural. Así, lo poderes políticos del norte, ayudados por los financieros y la nula reivindicación de los políticos provinciales, consiguieron dar carpetazo a una línea donde se llegó a construir toda la obra pública, estaciones y la infraestructura ferroviaria, túneles, plataforma y puentes. Solo faltó instalar la vía, pero decidieron que, una vez más, nuestra historia está llena de veces, Jaén debía quedar al margen de un desarrollo tan necesario como justo. Lo que hoy parece ser un proyecto de gran vía verde pudo ser la tabla de salvación de un territorio crucial en el mapa ferroviario como puente entre Andalucía y el Levante. En un Estado donde vemos cómo se hacen obras sin utilidad alguna, se decidió tirar cientos de millones de infraestructuras por mero interés y beneficio de esos otros territorios que el franquismo quería aupar para evitar contestación social. Da pena ver estaciones finalizadas, túneles de estilizada arquitectura, puentes hechos de sillería y líneas de diseño maravillosas, abandonados cual barco donde no existe el mar. Cuando se empezó a fraguar la idea de este ferrocarril, allá por el siglo XIX, ya se entendió su vital importancia, ciento y pico años después queda la pena de ver cómo asesinaron dichas expectativas.

No resulta descabellado pensar que esto no hubiese ocurrido de estar Jaén en otra zona de nuestra geografía, pero no, estamos donde estamos y somos lo que somos. Guste o no, a nosotros nos pasan las oportunidades asumiendo la incapacidad para decir basta, hasta aquí hemos llegado, esto es nuestro y nos corresponde. Hoy hay otra Jaén diseminada fuera de nuestros límites, esa que en la década de los 60 tuvo que irse porque les negaban la oportunidad de poder comer tres veces al día. Con aquel tren que pudo ser y no fue también volaron las esperanzas, los sueños y el futuro de aquellos, y lo peor, se negó el presente de los que hoy aún nos mantenemos en este maravilloso terruño. Ese surco que cruza la provincia hasta adentrarse en Albacete es hoy más que una ruta, es una herida ya cicatrizada pero herida al fin y al cabo. Con el tiempo desmantelaron otras líneas que si llegaron a ser. Entre la nonata y las fusiladas, en Jaén podemos afirmar que fusilaron el futuro matando a nuestro tren. Sigamos en silencio si es lo que de verdad queremos.